“Quiero ser abogada porque quiero defender a las personas a las que se les ha negado sus derechos, como las personas con discapacidad, los huérfanos y las viudas”, afirma Magartu, una refugiada etíope de 16 años con discapacidad visual. En el mundo hay más de 12 millones de personas con discapacidad desplazadas a la fuerza. Según ACNUR, las encuestas y las evaluaciones sugieren que el número real podría ser mucho mayor.
Durante la huida, las personas con discapacidad como Magartu suelen estar más expuestas a la violencia, la discriminación, la explotación y los abusos dada su situación de vulnerabilidad física o intelectual. Además, se tienen que enfrentar a más obstáculos que las personas sin discapacidad para poder acceder a los servicios básicos llegando a verse excluidas de la educación y del mercado laboral. Magartu tenía sólo ocho años cuando tuvo que huir de Etiopía junto con sus dos hermanos. Cuando llegaron al campamento de Kakuma, en Kenia, sus hermanos la inscribieron en la escuela primaria de Tarach, una institución dedicada a la niñez con discapacidad.
Esa inscripción fue clave para que Magartu pudiera continuar estudiando y lo que fue determinante para que actualmente sea una de las mejores de su clase fue cambiarse a una escuela en la que los niños y niñas con discapacidad se integran con el resto de alumnado.
“Tuve el valor de creer que podía ser la primera de mi clase. ¿Quién soy yo para no ser la número uno?
Magartu
ACNUR asegura que incluir a las personas con discapacidad en los sistemas educativos es un paso vital para que puedan desarrollar su potencial y vivir una vida plena y digna. Tanto es así que, en el caso del campamento de Kakuma, ACNUR puso en marcha junto con otros socios la educación inclusiva en varias escuelas del campo y en un asentamiento cercano, el de Kalobeyei, entre las que se encontraba la escuela de Magartu. Según ACNUR, el hecho de que los estudiantes con discapacidad compartan las aulas con los demás estudiantes crea un ambiente menos discriminatorio y más inclusivo para ellos. “Es importante garantizar que las escuelas estén bien dotadas de recursos”, indica Ali Omar Duale, Oficial de Educación de ACNUR en Kakuma, con el fin de que se puedan gestionar adecuadamente todas las necesidades del alumnado.
A principios de 2021, Magartu se presentó a los exámenes finales nacionales de educación primaria y se graduó entre los mejores estudiantes de su clase. “Estoy muy contenta de ser una de las mejores estudiantes del campamento”, confiesa. Actualmente, Magartu tiene una beca de ACNUR en una escuela local y está decidida a terminar sus estudios e inscribirse en la carrera de Derecho. En estos años, Magartu ha superado la oscuridad de la huida y hoy es una fuente de inspiración para quienes la rodean: “Sean valientes y sigan trabajando duro. Siempre habrá retos en la vida, pero ¿saben qué? Podemos superarlos”.
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