Entrevistamos a Nadine Labaki, la directora de Cafarnaúm, una película protagonizada por un niño refugiado sirio y nominada a los Óscar, que cuenta una historia demasiado parecida a la vida real del protagonista.
Hice Cafarnaúm porque me sentía en la obligación de hacerla. Vivo en Líbano, un país donde hay muchos problemas económicos y una gran crisis de refugiados. Cada vez son más los niños que vemos trabajando en la calle para dar de comer a sus familias, vendiendo chicles... Es mi obligación hablar de este problema, hablar de estos niños. Quería saber más, así que empecé a investigar cómo era su vida, dónde iban, por qué desaparecían…
Recordaba la imagen de aquel niño sirio en la orilla de una playa de Turquía y pensaba: si este niño hubiera podido hablar, ¿qué le diría al mundo? Eso es lo que quiero mostrar con la película.
Cafarnaúm es mi película más madura. Con ella he empezado a entender la gran misión que puede llegar a tener el cine, su gran obligación. Ahora sé mejor lo que quiero. Esta película me llevó mucho tiempo. El rodaje duró seis meses y la edición dos años. Y el hecho de trabajar con gente que vive esta lucha también supone una gran diferencia:
Estaba jugando al lado de su casa en un barrio muy pobre de Líbano y mi directora de casting lo vio -hicimos un casting de calle-, le entrevistó y cuando vi la entrevista tuve claro que lo habíamos encontrado. Es un niño muy especial.
Cuando le preguntamos si quería ser el protagonista dijo algo como “Sí, ¿por qué no? Es guay. A lo mejor me hago famoso”.
Zain no se comporta como un niño. Cuando te ves obligado a crecer en la calle, tienes que luchar por sobrevivir cada día como sea. Tienes que ser inteligente para no sufrir abusos, para que nadie te trate mal. Y él ha estado en situaciones realmente difíciles. Ha tenido hambre y ha estado rodeado de niños hambrientos y que han sufrido abusos. Zain es inteligente, también está enfadado con la vida y, en ocasiones, es un niño muy divertido.
Su personaje tenía que ser más pequeño a lo que corresponde a su edad porque sufría desnutrición, sus ojos debían decir que había pasado por mucho en la vida... Y cuando vimos a Zain nos dimos cuenta de que tenía todo esto.
Fue fácil porque tuvimos una relación muy fuerte desde muy pronto, algo que no me esperaba. Y eso me permitió conocerlo a fondo desde el principio. También me permitió trabajar con él tal cual es. No intenté cambiarle o hacerle actuar. No actuaba, era él mismo durante el rodaje. Estábamos trabajando con una persona que no ha sido alterada por los códigos de la sociedad, por la hipocresía, por los profesores o las escuelas. Es un niño muy real, fresco, puro y natural.
También hay que decir que rodamos durante seis meses y eso me ayudó a conseguir que los actores se sintieran cómodos. Pasamos mucho tiempo con ellos.
Sí, es la primera vez. No solo trabajé con refugiados, trabajé también con migrantes y con personas que están fuera de los límites de la sociedad. Personas muy desfavorecidas, privadas de sus derechos, sin documentación, muchos de ellos viven ilegalmente en Líbano; tienen una personalidad muy resiliente, con muchos recursos para buscarse la vida, muy fuerte… Esto cambió mi vida. Quiero decir que me cambió como persona, como ser humano. Porque ellos tienen una lucha muy muy difícil en su día a día, y eso cambia tu perspectiva sobre todo lo que haces después.
Cambió mi visión del mundo para siempre. Cuando estás viviendo con ellos esas situaciones durante todo el día y vuelves a tu vida y duermes en una cama, es muy perturbador, no puedes ver tu vida de la misma manera.
Quiere ser dura, tiene que ser dura. Desafortunadamente la realidad es mucho más dura que esto. Y la intención de la película es llamar a la acción. Que entres en shock y digas: “quiero salir del cine y hacer algo para cambiar esto.”
Que sea dura es lo que crea esa rabia en ti, es lo que te hace sentir que esto está pasando alrededor de ti, en esos lugares que a lo mejor no has visto nunca. Por eso Cafarnaúm es pretendidamente dura. Si la gente la encuentra dura, tienen que despertar. La realidad es más dura que esto.
El último plano en el que Zain mira a cámara fijamente y sonríe. Es la primera vez en la película que nos mira, está en contacto con el espectador y es una manera de decir: “Esto no es una película, es la realidad, mírame, no soy invisible, existo”.
Afortunadamente, la vida de Zain Al Raffea ha mejorado mucho desde que rodó Cafarnaúm con Nadine Labaki. Él y su familia han sido reasentados en Noruega gracias a ACNUR, donde el actor ha empezado a ir al colegio para aprender a leer y escribir.