Semo y Seto son dos de los muchos niños huérfanos que se encuentran refugiados en campos de países vecinos de Sudán del Sur. Su presente es incierto, pero aun así, para su futuro, sólo vislumbran una cosa: educación.
Estos dos niños de 10 años, hermanos y huérfanos, tienen una discapacidad que les impide caminar, pero a pesar de ello, cuidan el uno del otro. La guerra civil que vive Sudán del Sur interrumpió sus vidas en noviembre de 2015, cuando hombres armados atacaron su aldea y se vieron obligados a huir a la República Centroafricana. “Huimos y pasamos muchos días en el camino, hasta que llegamos aquí y una familia nos acogió”. Hasta ese momento, su vida transcurría con cierta normalidad, iban a la escuela y recibían ayuda de los sacerdotes de su aldea, que les habían facilitado unas sillas de ruedas adaptadas con las que los niños podían desplazarse.
“Huimos y pasamos muchos días en el camino, hasta que llegamos aquí y una familia nos acogió”
Seto, refugiado sursudanés
Su historia es compartida por Susan, otra niña de 10 años huérfana por este conflicto que también vive ahora como refugiada en Bambouti, en la República Centroafricana. Ella está bajo la tutela de su hermana mayor, y Semo y Seto viven con un amigo de sus padres, que les cuida como puede en su humilde refugio.
Muchos niños como Semo, Seto y Susan llegan solos o con sus hermanos a los campos de refugiados de países vecinos como la República Centroafricana o Uganda. Huyen de un conflicto que ha provocado la muerte de miles de civiles y la huida de más de 1 millón de personas desde Sudán del Sur a otros países en busca de paz y seguridad.
La presencia cada vez mayor de niños huérfanos refugiados en los campos y asentamientos de acogida es un motivo de preocupación para ACNUR en terreno. Y especialmente en casos como el de Seto y Semo, cuya situación es aún más vulnerable debido a su discapacidad.
“Me gustaría seguir estudiando para que en el futuro podamos cuidar de nosotros mismos. Quiero ser profesora para poder enseñar a otros niños desafortunados”
Susan, niña huérfana refugiada
“Hemos recibido utensilios de cocina, mantas y cacerolas de ACNUR, así como picas para poder cultivar el terreno y alimentar así a los niños”, dice Antunta, una mujer que también ha acogido en su refugio a dos hermanos que han llegado solos hasta Bambouti.
Sin embargo, los niños aquí todavía no pueden ir a la escuela, y ésta es la mayor preocupación para ellos ahora mismo. “Me gustaría volver al colegio”, dice con tristeza Seto.
Atender las necesidades de más de 1 millón de refugiados y casi 2 millones de desplazados internos está siendo un reto para ACNUR y otras agencias humanitarias debido a la escasez de fondos. Cubrir las necesidades básicas de agua, alimentos y refugio está suponiendo un desafío. Mientras no se reciba más apoyo para esta emergencia, no se podrán atender otras necesidades de los niños refugiados, como el acceso a la educación y a programas específicos de protección para casos vulnerables como el de Semo y Seto.