En los últimos meses la llegada de miles de refugiados a las islas griegas ha multiplicado el trabajo que hace este sacerdote ortodoxo y su grupo de voluntarios. Papa Stratis, como le conocen en Kalloni, carga cada día su Citroën con agua, comida y ropa y recorre el pueblo en busca de los muchos refugiados que se encuentran viviendo en las calles.
“He visto a niños pequeños con ampollas en los pies y a mujeres embarazadas agarrándose la tripa y llorando de dolor” dice con tristeza. “Estas personas no son inmigrantes, no han elegido venir aquí. Son niños de la guerra, huyen de las balas. Buscan vida, esperanza y la oportunidad de vivir un día más”.