En el mes que se cumple el 10º aniversario de la guerra en Siria entrevistamos a la española Elena Cibeira, Responsable de Educación de ACNUR en Líbano, uno de los países que más refugiados sirios acoge. Lleva 14 años trabajando en ACNUR y casi cinco en Líbano cambiando vidas gracias a personas como tú.
Al comienzo de la emergencia en 2011, ACNUR y las autoridades locales comenzaron a distribuir artículos de primera necesidad a los primeros en llegar, que fueron algunos miles. Cuando ya fue claro que la afluencia de refugiados iba a ser masiva, y que la estancia en Líbano no iba a ser de unas pocas semanas, ACNUR y sus socios iniciaron proyectos de impacto rápido cuyo objetivo era salvar vidas y proporcionar lo esencial para sobrevivir: dinero en efectivo para medicamentos, alimentos y combustibles para calefacción, estufas, etc.
Parte del dinero en efectivo que se distribuyó como ayuda humanitaria también fue a pagar un techo. Hay que tener en cuenta que en Líbano no hay campos de refugiados como tales, sino asentamientos informales donde los recién llegados instalaron tiendas de campaña, o levantaron viviendas precarias. Muchos recalaron en las ciudades, donde tuvieron que pagar una renta para vivir, casi siempre alquilando vivienda precaria, a medio construir o sin servicios básicos. Algunos consiguieron salir de Siria con ahorros, otros no tenían nada y necesitaron la ayuda en efectivo para poder alquilar.
Desde 2015, aproximadamente, ACNUR ha asignado una proporción cada vez mayor de su presupuesto humanitario al apoyo institucional para aumentar la capacidad del Estado libanés para atender a los refugiados junto a la comunidad local. Por ejemplo: construcción de espacios públicos, infraestructura deportiva y recreativa, equipamiento de instalaciones sanitarias y comunitarias, sistemas de gestión de residuos, etc.
En la actualidad, ACNUR continúa con esta estrategia de transición desde la emergencia inmediata al fortalecimiento institucional. Además, hay que tener en cuenta que una gran parte del trabajo de ACNUR, que no es tan visible, tiene que ver con atraer a diferentes agencias y actores, estatales y no gubernamentales, de la sociedad civil, para trabajar juntos y sumar fuerzas en la respuesta a los refugiados y poblaciones vulnerables.
5,6 millones
de refugiados sirios en Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto.
6,7 millones
de desplazados internos en Siria.
600
trabajadores de ACNUR en Líbano actualmente (en 2011, eran solo 40), el 80 % son libaneses.
Con el COVID-19, la respuesta de ACNUR se ha centrado en apoyar a los hospitales en Líbano mediante el envío de equipos y suministros médicos por millones de dólares. Estamos en el proceso de ampliar cinco hospitales públicos con 800 camas adicionales y más capacidad en las UCI, por el momento 100 camas, para el tratamiento de pacientes graves de COVID-19, independientemente de su nacionalidad. Además, también se está haciendo un trabajo importante de comunicación e información con las comunidades refugiadas, principalmente en prevenir lo máximo posible la propagación del coronavirus, capacitación y sensibilización para ayudar a los refugiados a reconocer los síntomas del COVID-19, y distribución de kits de higiene y desinfección en todo Líbano.
La explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020 fue también un gran drama para el país, con cientos de fallecidos y miles de heridos, algunos de los cuales todavía siguen hospitalizados o en rehabilitación. ACNUR se sumó a la respuesta desde el primer momento, movilizando unos 35 millones de dólares para la reconstrucción de viviendas y actividades de protección, fundamentalmente asistencia legal y apoyo psicológico y de salud mental.
Líbano es uno de los epicentros de la comunidad humanitaria, con cientos de agencias y ONG desarrollando una labor importantísima. Debido a la magnitud de la crisis siria, todos son necesarios. Sin embargo, es cierto que ACNUR tiene un mandato especial, que se refleja en unas líneas de trabajo adicionales y particulares. Fundamentalmente: la prevención de la apatridia, a través de la promoción del reconocimiento de casos y soluciones legales para el registro de nacimientos en plazo debido, y obtención de nacionalidad para los adultos; el reasentamiento, o reubicación de refugiados en terceros países, cuando la protección de ciertos casos individuales no puede ser garantizada en Líbano; la relación privilegiada de contacto directo y diario con las comunidades de refugiados, a través de centros comunitarios, pero también redes de voluntarios, contactos con líderes y asociaciones de mujeres, jóvenes, padres y madres, etc.
No olvidemos tampoco que en Líbano hay refugiados de otras nacionalidades, además de sirios, que estaban ya en el país antes de 2011. Principalmente iraquíes, etíopes y sudaneses. ACNUR continúa monitoreando su protección en el país y buscando soluciones duraderas para ellos.
"El principal problema en Líbano es la tasa de pobreza, que se ha incrementado en los últimos dos años dramáticamente. 9 de cada 10 refugiados sirios vive en extrema pobreza".
Elena Cibeira, trabajadora de ACNUR en Líbano.
Además de la crisis política, que genera vacíos institucionales que retrasan la toma de decisiones o avances legislativos (por ejemplo, en relación con apatridia), el principal problema es la tasa de pobreza, que se ha incrementado en los últimos dos años dramáticamente. En la actualidad, 9 de cada 10 refugiados sirios vive en extrema pobreza. La falta de oportunidades y desempleo en general les afecta especialmente, ya que los refugiados no pueden trabajar legalmente en el país, salvo en tres sectores concretos.
Existe también una cierta fatiga de los donantes, ya que al cumplirse ya 10 años de la crisis siria puede existir la percepción de que se ha prestado mucha ayuda a la región y que los sirios han tenido tiempo para establecerse y “salir adelante”. Este no es el caso, pues además de que la mayoría no pueden trabajar legalmente, las familias que consiguieron salir de Siria con ahorros ya los han agotado, y la crisis económica en el país les está afectando durísimamente. ACNUR sigue apoyando muchos sectores y también a familias y casos individuales con subsidios en efectivo, pero esto no es suficiente, ya que hay un mayor número de familias que han caído en la vulnerabilidad y en la miseria.
Todos los países tienen diferentes características de servicios públicos y de protección social, que son los que al final determinan las necesidades concretas de asistencia humanitaria. También depende de si el país reconoce al refugiado como tal, o como simple migrante. Del estatus migratorio dependen varios derechos importantes, entre ellos el derecho a trabajar legalmente, que es fundamental para ser autosuficiente.
Dentro de todas estas diferencias y de la adaptación necesaria a la estructura jurídica, económica y social de cada país, hay algunas características comunes en la respuesta de ACNUR: el apoyo a las estructuras nacionales para la inclusión de los refugiados en estas, evitando la creación de sistemas paralelos “solo para refugiados” sanitarios, educativos, sociales, etc; la comunicación y complementariedad entre las intervenciones humanitarias y de desarrollo, la atención y protección especial a los más vulnerables, por ejemplo los menores no acompañados; continuar visibilizando la emergencia siria para que el mundo no olvide que sigue sin resolverse; el trabajo directo con las comunidades de refugiados para darles voz y ponerles cara; y por supuesto, actividades básicas de ACNUR como son el apoyo a registro y documentación individual y la defensa del principio de non-refoulement (no devolución de la persona al país en el que su vida o libertad se encuentren amenazadas).
ACNUR trabaja para incluir a los refugiados en las estructuras nacionales, evitando la creación de sistemas paralelos “solo para refugiados”.
Elena Cibeira
En Siria, ACNUR también lleva a cabo muchas actividades de protección, como asesoría legal, apoyo psicosocial, prevención de violencia sexual, también formación profesional… esto se hace fundamentalmente a través de centros comunitarios y unidades móviles, para alcanzar a mayor número de personas. También se distribuyen artículos de primera necesidad. Por ejemplo, en la pasada campaña de invierno se repartieron mantas, colchones, kits de higiene, lámparas solares, lonas plásticas, sets de cocina, etc., a casi 200.000 personas. Otras actividades son apoyo a infraestructuras (saneamiento, gestión de residuos, agua potable) y servicios de salud…
Es muy difícil cambiar las grandes políticas como todo el mundo sabe. Pero el movimiento humanitario no es una fuerza desdeñable tampoco. Los que formamos parte de este, sea desde el terreno, movilizando recursos y visibilizando los grandes dramas humanos como vosotros hacéis, o contribuyendo económicamente con lo que cada uno pueda... todos aportamos algo. Mi trabajo individual no cambiará el mundo, pero muchos como yo y como vosotros, todos juntos, sí podemos. Además, algunas veces sí logramos cambiar vidas, las de una familia, las de un niño o niña, y ellos también en el futuro harán algo bueno por los que vienen detrás.
En la foto, Elena Cibeira en misión humanitaria.
Mi trabajo en Líbano es en educación, que es algo que tiene un impacto directo en la población que atendemos, y por tanto también tiene muchos altos y bajos. Momentos malos y tristes cuando no logramos convencer a las familias de que los niños y niñas sigan estudiando, porque tienen que ponerse a trabajar… o cuando niñas con un gran potencial se casan muy jóvenes y dejan de estudiar solo para salir de la pobreza, presionadas por sus familiares… De otra parte, las becas DAFI para estudiar en la Universidad nos han dado muchas satisfacciones… personalmente, yo me alegro muchísimo cuando alguno de los chicos y chicas que se han graduado con estas becas consiguen otra beca de posgrado en un tercer país, como Francia, Japón, Canadá… con esto se convierten en profesionales que después apoyan a su familia y a sus comunidades, son el futuro, y la prueba de hasta dónde pueden llegar los jóvenes refugiados si se les da una oportunidad.