La sequía es uno de los desastres naturales más devastadores. Genera escasez de alimentos, altera los mercados, destruye pastizales, provoca desplazamientos forzados de población y puede llegar a causar la muerte de animales y personas. También genera conflictos entre agricultores y pastores cuando estos tienen que buscar otras fuentes de agua y alimentos para su ganado.
Afganistán es uno de los países del mundo más propensos a sufrir desastres naturales. Casi todas sus provincias han padecido al menos uno en las últimas tres décadas.
En 2018, una sequía en Afganistán arruinó las cosechas de buena parte del país, empujando a la pobreza a cientos de miles de personas. Según datos de la ONU, 260.000 afganos tuvieron que abandonar sus hogares y sus tierras debido a esta sequía.
Este año, las sequías e inundaciones recurrentes, combinadas con décadas de conflicto y desplazamiento, han dejado a millones de personas al borde de la hambruna. Según el Banco Mundial, al menos el 45 % de la población del país sufre desnutrición.
Las estimaciones apuntan que hasta 16,9 millones de personas afganas habrán carecido de alimentos suficientes en el primer trimestre de 2021, incluidas al menos 5,5 millones de personas que se enfrentan a una situación de emergencia por la falta de comida.
La sequía en Afganistán afecta hasta al 80 % de la población. Como la economía afgana depende en gran medida de la agricultura y del pastoreo del ganado, se prevén nuevos desplazamientos provocados por la falta de medios de vida y el difícil acceso a alimentos.
Maryam (nombre ficticio por motivos de protección) ha tenido que huir de su casa por culpa de la violencia y los enfrentamientos entre el gobierno y las fuerzas de oposición. En el campamento de Nawabad Farabi-ha, al norte de Afganistán, se cobija del sol abrasador y de los 45 grados centígrados bajo una sombra.
En este campamento, las familias luchan por acceder a agua potable. Muchos aseguran que sus hijos han enfermado por beber el agua salada de un pozo cercano. La única forma de hacerla potable es hervirla durante al menos 20 minutos. Pero encontrar leña en mitad del desierto no es fácil, y tampoco tienen dinero para comprarla. Así que sus hijos tienen que caminar bajo el calor para acceder a fuentes de agua limpias, un viaje que aumenta su sed.
“¿Qué clase de vida es esta? Mira lo que el sol ha hecho en la cara de mi hijo”.
Maryam, señalando la piel enrojecida y llena de ampollas de su hijo menor, Zarif (arriba en la foto).
En Afganistán, la subida constante de las temperaturas ha modificado el patrón del deshielo y de precipitaciones. Las inundaciones, las sequías y el aumento de la población han generado escasez de alimentos y de agua y han reducido las posibilidades de que los refugiados y los desplazados internos puedan regresar a sus zonas de origen.
ACNUR y sus socios están proporcionando ayuda a los desplazados en Afganistán, como refugios de emergencia, alimentos, acceso médico, agua y saneamiento, pero faltan fondos para asistir a todas las personas que lo necesitan. Hasta el momento, solo se ha recaudado el 43 % de la financiación necesaria.
Además del elevado número de muertos y desplazados por desastres, la guerra en Afganistán y el conflicto prolongado, que dura ya más de 40 años, ha provocado una situación de crisis humanitaria crónica. En este tiempo, miles de personas han perdido la vida o se han visto obligadas a huir de sus hogares. El país ha sido catalogado como el menos pacífico a nivel mundial.
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