La situación humanitaria en Burundi se ha visto gravemente afectada por la crisis que se desarrolla en la República Democrática del Congo (RDC). Desde que el conflicto en el este de la RDC se intensificó, miles de personas han huido hacia los países vecinos, especialmente hacia Burundi, donde la afluencia de refugiados ha alcanzado niveles alarmantes. En menos de un mes, casi 63.000 personas han cruzado la frontera buscando seguridad. Esta cifra ha puesto en evidencia la magnitud de la crisis, pues Burundi no había experimentado una ola de refugiados tan grande en décadas.
A pesar de que se registró una ligera caída en el número de llegadas, cientos de personas continúan cruzando la frontera a diario por diversos puntos, muchos de ellos no oficiales, lo que complica aún más la gestión del flujo de refugiados. La mayoría de las personas que llegan son mujeres, niñas, niños y ancianos.
Los relatos de los recién llegados son profundamente conmovedores. Muchas de estas personas han vivido experiencias desgarradoras en su peligrosa huida. Mujeres que acaban de dar a luz han tenido que cruzar el río Rusizi con sus bebés recién nacidos en brazos. Otros han tenido que caminar durante horas por terrenos peligrosos y sin descanso, temiendo ser atrapados por los enfrentamientos que sacuden sus comunidades. Algunas personas han tenido que pagar tarifas exorbitantes para poder llegar a la frontera, un coste que se ha triplicado en las últimas semanas, lo que deja a muchos en la desesperación, incapaces de pagar el transporte hacia la seguridad.
Una historia particularmente impactante es la de una madre de 45 años, que en su juventud huyó a Burundi por primera vez debido a la violencia, y que ahora se ve obligada a regresar al país con sus seis hijos. Este tipo de desplazamiento no es aislado, ya que muchos niños están llegando solos o separados de sus familias, lo que aumenta el sufrimiento y las vulnerabilidades de los refugiados.
El gobierno de Burundi, junto con ACNUR y otros socios humanitarios, ha establecido centros de recepción y tránsito para registrar a los refugiados y ofrecerles asistencia de emergencia. Sin embargo, los recursos disponibles son claramente insuficientes. En un estadio local en Rugombo, que se encuentra a solo unos kilómetros de la frontera con la RDC, más de 45.000 refugiados siguen esperando ser reubicados en campamentos adecuados, mientras que las instalaciones han superado ampliamente su capacidad de alojamiento. Muchas familias se han visto obligadas a quedarse en espacios al aire libre o han recurrido a la solidaridad de las comunidades locales.
La situación en los campos de refugiados es crítica, especialmente en lo que respecta a la infraestructura sanitaria. Las instalaciones son inadecuadas y la gestión de residuos es deficiente, lo que aumenta el riesgo de brotes de enfermedades entre los refugiados. La falta de recursos médicos es otro desafío importante, ya que los heridos, las víctimas de violencia sexual y los enfermos tienen dificultades para recibir atención especializada. Además, las necesidades psicosociales son igualmente urgentes, ya que muchas de las personas que llegan han sido traumatizadas por las experiencias vividas.
Aunque ya se ha comenzado a realizar la reubicación de las personas refugiadas hacia campos más organizados, los esfuerzos enfrentan grandes dificultades logísticas. El campo de refugiados de Musenyi, en el sur de Burundi, ya está recibiendo a los recién llegados, pero con una capacidad limitada de 10.000 personas, el campo se encuentra al 60% de su capacidad. A pesar de los esfuerzos por aumentar la capacidad, la falta de vehículos adecuados y los largos tiempos de traslado dificultan el proceso de reubicación, lo que deja a muchos refugiados en condiciones precarias.
El apoyo humanitario es esencial para aliviar la carga que soporta Burundi en esta crisis. Las autoridades burundesas, junto con ACNUR, están trabajando para proporcionar alimentos, agua y atención médica básica a las personas refugiadas. Además, ACNUR ha comenzado a buscar formas de garantizar que las niñas y niños refugiados puedan continuar con su educación mediante la construcción de aulas adicionales en las escuelas locales. No obstante, estos esfuerzos son insuficientes dada la magnitud de la crisis. Se necesita una mayor inyección de apoyo internacional, tanto en términos de recursos financieros como de material, para evitar que la situación se convierta en una tragedia aún mayor.
Hasta principios de marzo, se estima que aproximadamente 85.000 personas han huido de la RDC debido al conflicto, con muchos refugiados buscando asilo en países vecinos como Burundi.
La situación en Burundi requiere una respuesta inmediata y eficaz. Sin más apoyo, las condiciones de vida de los refugiados seguirán deteriorándose, con efectos devastadores para los más vulnerables, especialmente los niños y las personas con necesidades psicosociales o médicas urgentes.
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