El representante de ACNUR en Siria, Sajjad Malik, llegó al este de la ciudad sitiada de Guta el 5 de marzo con un convoy de ayuda humanitaria donde 393.000 personas llevan años atrapadas en medio de la guerra. Esto fue lo que encontró.
Entrevista Melissa Fleming, directora de Comunicación de ACNUR.
Caminas por esa ciudad y ves destrucción, desplazamiento. Todavía hay cadáveres en edificios destruidos. El olor es muy fuerte. Hay personas que viven en sótanos superpoblados. La gente salía de los sótanos cuando llegábamos - es difícil de describir. Su piel está pálida, tienen erupciones, están aturdidos. Los niños de 12 y 14 años parecen de 6 y 8. Son muy, muy pequeños.
Y luego está el trauma que atraviesan: es un bombardeo constante, viven con miedo, sin saber lo que va a pasar. En otros lugares sitiados no hay comida y puedes llevar algo de ayuda, pero aquí ni siquiera sabíamos qué llevar. Llevamos algo de comida, pero eso no fue suficiente.
Están asustados. Tienen miedo de los bombardeos constantes, tienen miedo del hambre. Están viendo sufrir a sus hijos. Pero lo que más temen es lo que está por venir.
Lo primero es poder salir de forma segura. Me dijeron: "Estamos huyendo de aquí para salvarnos y lo último que queremos encontrar es la muerte al otro lado".
Se enfrentan a una acción militar agresiva en este momento. También hay grupos armados dentro que se resisten y luchan, y grupos que están peleando entre ellos. Los civiles que están atrapados en esta situación no tienen a dónde ir.
Nunca he visto tanto miedo en los rostros en mi vida. Tienes que encontrar palabras para describir lo que eso significa, lo que es ese miedo. Puedes verlo en sus ojos, puedes verlo en sus expresiones. Pero también están desesperados porque alguien venga a ayudarlos.
Estaba caminando con un médico cerca de una clínica y había un olor muy fuerte. El doctor sugirió que no fuéramos más allá. Y dije: "Este olor es muy fuerte", y dijo que había cuerpos entre los escombros. Me quedé allí un rato y miré al edificio de cinco pisos, totalmente derrumbado. Pregunté cuántas personas estaban enterradas allí. Él dijo: "Hay tres cuerpos".
Luego escuché a alguien detrás de mí decir "no, no hay tres, hay cuatro". Miré hacia atrás y un caballero explicó que su esposa, su hija, su yerno y su hermano se habían quedado atrapados allí. Todavía tenía alguna esperanza de que los cuerpos se recuperasen, de enterrarlos y seguir adelante con su vida. Hay muchas familias como esta. Hay edificios destruidos por todas partes y cada familia tiene una historia que contar. Es muy doloroso.
Es increíble ver que eran sobre todo mujeres y niños quienes vivían en ese barrio. El consejo municipal me dijo que la mayoría de las familias ahora están dirigidas por mujeres: abuelas, madres y hermanas.
Al final no pudimos descargar todos los camiones porque había bombardeos, las bombas cayeron a 600 metros de donde estábamos y tuvimos que marcharnos porque estábamos arriesgando a todo el equipo de voluntarios.
Luego, cuando regresamos, contamos cuántos camiones no habíamos descargado. Eran 10 camiones, seis cargados por completo y cuatro parcialmente cargados. Fue entonces cuando nos frustramos, después del esfuerzo que nos supuso llegar y ver personas tan hambrientas y no poder brindarles nuestra ayuda. Pero volveremos.
En los próximos días, esperamos volver con más ayuda. Pero no es la determinación de los trabajadores humanitarios la que ayudará, queremos que cesen los bombardeos. Los grupos armados dentro de Guta tienen que darnos la garantía de que podemos entrar, y los que están fuera tienen que dar la garantía de que habrá paz cuando entremos. Estamos decididos a volver.
*El 9 de marzo, un segundo convoy humanitario entró en Guta oriental para completar la entrega de la ayuda que no se pudo descargar el 5 de marzo.