El 24 de febrero se cumplen tres años desde la invasión a gran escala de Rusia en territorio ucraniano. Un conflicto que ha tenido consecuencias devastadoras para la población y el país. Miles de vidas perdidas, millones de personas desplazadas y una economía hecha trizas reflejan el sufrimiento humano que persiste. Mientras tanto, organizaciones internacionales como ACNUR continúan brindando ayuda vital.
La invasión rusa a Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, ha resultado ser una crisis humanitaria sin precedentes. Lejos de terminar, en los últimos seis meses, más de 200.000 personas han tenido que huir de sus hogares, principalmente en el este del país, debido al incremento de los ataques.
Con la guerra en su tercer año, ACNUR estima que cerca de 10,6 millones de ucranianos se han desplazado, lo que equivale a casi un cuarto de la población antes de la guerra. De este total, 3,7 millones de personas están desplazadas dentro de Ucrania, mientras que cerca de 6,9 millones han buscado refugio en otros países.
Las infraestructuras del país, especialmente en áreas clave como el este, han sido devastadas, y más de 2 millones de hogares, aproximadamente el 10% de las viviendas, han sido destruidos o dañados. Esta situación se ve agravada por los continuos ataques a las infraestructuras energéticas, dejando a millones de personas sin electricidad en medio del invierno.
Las personas desplazadas recientemente son cada vez más vulnerables, entre ellas personas mayores y con discapacidades, se enfrentan a desafíos adicionales, especialmente aquellos que no pueden acceder fácilmente a los servicios que necesitan. Muchos de los más vulnerables siguen refugiándose en instalaciones colectivas, algunos de ellos desde el inicio de la guerra, lo que ha hecho aún más difícil mantener condiciones dignas y seguras.
El impacto psicológico también ha sido profundo. La amenaza constante de misiles y drones, las separaciones familiares y los traumas acumulados a lo largo de los años han afectado gravemente la salud mental de la población. Especialmente las niñas y niños, con 1,5 millones de menores en riesgo de sufrir secuelas a largo plazo debido al estrés y la violencia vivida.
Dentro de Ucrania, 12,7 millones de personas, es decir, un tercio de la población actual, necesitan asistencia humanitaria.
La guerra ha devastado la economía del país. Los sectores agrícolas e industriales en el este del país han sido destruidos, y se estima que el 30% de los empleos previos a la guerra se han perdido.
Además, se estima que casi un tercio del territorio ucraniano está potencialmente contaminado por minas terrestres y municiones sin explotar. Estos factores no solo aumentan el riesgo para la vida de las personas, sino que también complica aún más la posibilidad de retorno de los desplazados.
A pesar de los esfuerzos, la financiación sigue siendo un desafío importante. La incertidumbre económica y política afecta directamente la capacidad de las organizaciones humanitarias de seguir operando. El apoyo de donantes internacionales es crucial para garantizar que la ayuda continúe llegando a quienes más la necesitan.
Los países vecinos de Ucrania han mostrado una gran solidaridad al acoger a millones de refugiados para que puedan integrarse y reconstruir sus vidas. Sin embargo, la mayoría (un 60 %) de los ucranianos en el extranjero sigue esperando el momento adecuado para regresar. La mayoría de ellos, especialmente los provenientes de áreas ocupadas, solo planean regresar cuando haya mejoras en la seguridad, la vivienda y las oportunidades económicas.
En estos tres años, ACNUR ha prestado asistencia vital a millones de personas afectadas por la guerra. Junto con el gobierno de Ucrania, las agencias hermanas y los socios locales, ACNUR sigue respondiendo a los nuevos ataques y desplazamientos proporcionando un lugar cálido donde dormir inmediatamente después, ofreciendo primeros auxilios psicológicos y ayuda en efectivo para cubrir las necesidades más básicas.
Junto con otras organizaciones humanitarias de la ONU, ACNUR ha prestado ayuda a 800.000 personas que viven en comunidades de primera línea de difícil acceso. También está involucrado en los esfuerzos de recuperación, apoyando en la reparación de viviendas, asistencia legal y en la reconstrucción de vidas.
A pesar del sufrimiento, la resistencia de la población ucraniana y la solidaridad internacional continúan siendo faros de esperanza. Es crucial que la comunidad internacional mantenga su compromiso con Ucrania y sus refugiados, apoyando tanto la ayuda humanitaria de emergencia como los esfuerzos de recuperación a largo plazo. Ahora más que nunca, el pueblo de Ucrania necesita apoyo, y no es el momento de abandonarles.
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