Jugarse la vida para ir al colegio Jugarse la vida para ir al colegio

Jugarse la vida para ir al colegio

17 de mayo, 2017

Tiempo de lectura: 2 minutos

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La guerra en Yemen no deja tregua para millones de pequeños que ven cada día más difícil poder ir al colegio. Jugarse la vida desafiando los peligros de las bombas y las balas para recibir educación se ha convertido en el precio a pagar por cientos de niños que se sienten afortunados de poder construir un futuro sobre las ruinas de colegios destrozados. Una idea convertida en utopía para una generación afectada por la guerra en Yemen.

colegio en guerra

Jugarse la vida para ir a clase y alcanzar su sueño de ser doctora

En sus 12 años de vida, Afrah tiene dos guerras en sus espaldas. Muchas de las familias que cruzaron el golfo de Adén desde Somalia se enfrentan ahora a una nueva guerra en su país de acogida. Afrah sabe que, si espera a que termine, será demasiado tarde para llegar a alcanzar su sueño de ser doctora.

“Estoy muy asustada por la guerra, pero quiero ir a la escuela", asegura vestida con la túnica verde de la Escuela Asma para niñas.

2 millones de niños no pueden ir al colegio

Sólo 1 de cada 5 niños refugiados puede ir al colegio. Cuando se trata de educación secundaria, el porcentaje es todavía más pequeño. Esta situación hace que, a pesar del riesgo que supone, muchas familias resisten en Saná, la capital en Yemen, un país en guerra desde 2015. No tienen dinero para escapar y la educación es la única baza para su futuro.

“Con la guerra, ha sido muy difícil estudiar. Tenemos que compartir un libro entre todos”

Los colegios, abarrotados, están al límite de sus capacidades. Han pasado de 60 estudiantes a 120 por clase y los materiales escolares, equipamiento e iluminación escasean.

Ante la falta de electricidad por culpa de la guerra, ACNUR facilita paneles solares, además de material escolar, preparación para trabajadores, uniformes, kits escolares con mochilas y cuadernos y 30.000 libros de texto para las 20 escuelas públicas de Yemen como la de Afrah.

Para ella, los nuevos libros de texto han vencido al miedo a la violencia y significan una esperanza de futuro.

“Estoy feliz porque finalmente tengo libros para estudiar. Quiero seguir en la escuela para terminar mi educación y así poder ser médico”, dice la refugiada somalí.

Pero estos libros sólo cubren el 20% de las necesidades en los colegios de la capital de un país en guerra. Un conflicto que, además de arrebatar vidas, está robando el futuro a una generación entera. Los profesores, que llevan 5 meses sin cobrar, están poniendo todo lo que pueden de su parte.

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