El mar siempre ha sido una vía de escape para todos aquellos que se ven obligados a huir de su hogar pero que, desgraciadamente, se convierte en un lugar extremadamente peligroso para la población refugiada y migrante. La minoría musulmana apátrida de los rohingya llevan años huyendo ante la persecución y la violencia que se ejerce contra ellos en Myanmar. En 2022 más de 3.500 rohingya emprendieron huidas mortales a través del mar de Andamán y el golfo de Bengala en 39 barcos según ha dicho la portavoz de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, Shabia Mantoo. Esta cifra ha crecido de una manera alarmante, ya que, el año anterior fueron 700 las personas que hicieron estos peligrosos viajes, tal y como ha asegurado Mantoo. Los últimos datos de los que dispone ACNUR es que han muerto o desaparecido al menos 348 personas el año pasado, casi un 10% del total, lo que convierte 2022 en uno de los más mortíferos desde 2014. Además, como ocurre en todas las emergencias humanitarias, la mayoría de estas personas que huyen son mujeres, niñas y niños que huyen principalmente a Malasia, Indonesia, Myanmar y Bangladesh.
Desde ACNUR se pide que la responsabilidad humanitaria en toda la región se distribuya de una manera más equitativa y que las autoridades marítimas de la zona rescaten a esas personas que están en peligro. Estas advertencias que se hacen desde la organización tienen lugar en plena represión militar de los generales que tomaron el poder hace dos años en Myanmar y la ausencia de una respuesta regional integral de todos los países costeros del sur de Asia para proteger la vida de los refugiados en el mar y poder evitar la explotación y el tráfico de las personas que huyen.
Esta minoría étnica musulmana lleva más de 40 años siendo una población refugiada tras huir de Myanmar a Bangladesh. Son una etnia apátrida, no se les reconoce en ningún país como ciudadano conforme a la legislación, no están registrados y por tanto, no tienen derechos, son invisibles ante el mundo. En 2017 se produjo un rebrote de violencia al norte de Myanmar lo que provocó que más de medio millón de personas tuvieran que buscar un lugar seguro ya que sus vidas corrían peligro. Esta emergencia pronto se convirtió en la que más rápido creció de todo el mundo. El número de personas refugiadas ha alcanzado la sorprendente cifra del millón que se encuentran los campamentos de refugiados de Kutupalong y Nayapara en Cox´a Bazar (Bangladesh), el campo de refugiados más grande del mundo. El país vecino, a pesar de ser un país con muy pocos recursos, ha abierto sus fronteras a los rohingya, cediendo parte de su terreno, concretamente un parque natural protegido, para que la población pueda construir sus casas, trabajar, estudiar, acceder al sistema sanitario... en definitiva, para que puedan ir haciendo sus vidas. Pero no todos llegan aquí, ya que, como hemos comentado, son muchos los que huyen por el mar poniendo en riesgo sus vidas en barcos a la deriva y muchos mueren o desaparecen en el agua.
En noviembre y diciembre del año pasado, más de 450 rohingya viajaron en cuatro barcos y desembarcaron en Aceh, Indonesia, otro que transportaba a 100 personas desembarcó en Sri Lanka. Por otro lado, se teme que otra embarcación se haya hundido a principios del último mes de 2022 con 180 personas a bordo. La desesperación, la ansiedad por su futuro y sobre todo, su deseo de tener seguridad, protección y su esperanza en un futuro mejor les hace salir al mar arriesgando sus vidas. Además, muchos de ellos tienen el deseo de reunirse con familiares que están en otros lugares. Esta población vulnerable que necesita protección, en ocasiones, se encuentra con peligros como la posibilidad de que sean engañados por contrabandistas o traficantes que les hacen falsas promesas engañándoles en su huida desesperada.
“No deben ser deportados, deben recibir protección y asistencia, por lo que instamos a los Estados a garantizar que cumplan con sus obligaciones legales internacionales al desembarcarlos, rescatarlos en el mar y luego garantizar que estén protegidos y que no vuelvan a situaciones de peligro”.
Shabia Mantoo, portavoz de ACNUR
Bangladesh, a pesar de su complicada situación económica, se ha volcado con la población refugiada y tanto el gobierno, como las comunidades locales y por supuesto, sus habitantes han sido muy generosos al acoger al millón de personas que han necesitado protección, apoyo y asistencia.
Por eso, se hace tanto hincapié en el llamamiento a la solidaridad de las naciones afectadas por esta situación, ya que, es una emergencia que necesita una responsabilidad humanitaria para proteger a esta población de la muerte en el mar y del tráfico de personas. Aunque la gran mayoría siguen acogidos por Bangladesh, el resto de países cercanos no pueden cerrar los ojos ante esta emergencia. Es clave seguir apoyando a esta población refugiada, protegiéndola y dándoles la asistencia que necesitan para sobrevivir.
Ayuda a los refugiados