El clima extremo ha causado estragos durante los primeros días del año entre los cerca de 85.000 refugiados sirios que viven en el campo de Za’atari, el más grande, ubicado en Jordania. Se han inundado refugios, algunas tiendas se han derrumbado y cientos de personas han tenido que esperar a que pasaran las tormentas en alojamientos de emergencias o con vecinos y familiares. Además, las pocas pertenencias que tenían los refugiados se han mojado y se han quedado sin nada.
Fátima, de 20 años, y su marido Mohammed, trataban de proteger del frío a sus tres hijos cuando el techo de su tienda se desplomó: “teníamos una pequeña estufa encendida en la tienda para mantenernos calientes y se cayó sobre mi hijo y le quemó la espalda” explica a los visitantes de ACNUR en el refugio donde su familia y ella están alojados con otras siete familias. “Fue puro pánico, todos estábamos muy asustados. Corrimos fuera de la tienda y nos dijeron que viniéramos aquí”, explica. Fátima llevó a su hijo de un año, Bara’a, al hospital que hay en el campo y allí le trataron las quemaduras.
Aunque muchos refugiados cuyas tiendas quedaron dañadas por las tormentas han sido acogidos por parientes y amigos, ACNUR ha establecido refugios de emergencia para aquellos que no tuvieran donde ir. Los refugios están equipados con calefactores, colchones y mantas, además, ACNUR está repartiendo agua y comida entre los refugiados.
Las tormentas afectan también al campo
Las fuertes lluvias y la nieve que se derrite han causado inundaciones en muchas zonas, dañando las pertenencias de los refugiados y convirtiendo las calles en lodazales de agua y barro helado. Los suministros de electricidad en muchas zonas del campo también han quedado cortados. “Esta tormenta ha tenido un gran impacto en los refugiados en el campo y está haciendo su día a día aún más difícil” ha explicado Nasreddine Touaibia, trabajador humanitario de ACNUR.
Fuente: ACNUR/ Charlie Dunmore en el campo de refugiados de Za'atari, Jordania