Si Madrid fuese Líbano, toda la población de los distritos de La Latina, San Blas, Fuencarral y Carabanchel serían refugiados sirios. El Valle de la Bekaa, al este de Líbano, es la región del mundo (y de Líbano) que más población refugiada acoge. La proporción es de 480.000 refugiados por 400.000 libaneses. Esta excepcional situación no se da en ninguna otra parte del mundo.
Allí trabaja Josep Zapater, jefe de la oficina de ACNUR en Líbano. Según cuenta al diario.es para un especial sobre el trabajo de algunas ONG en terreno durante la crisis del COVID-19, la respuesta de los refugiados ante la pandemia ha sido: “Tenemos hambre y no hay recursos”. Para Zapater, el reto y la prioridad en plena crisis sanitaria y económica es “poder poner un plato sobre la mesa todos los días para los niños”.
En la región libanesa de la Bekaa, el trabajo de ACNUR es proporcionar a los 480.000 refugiados sirios y a los, aproximadamente, 200 refugiados iraquíes recursos y medios para que puedan sobrevivir de manera digna.
910.256
de Siria.
13.502
de Irak.
2.301
de Sudán.
2.203
de otros países.
El 54% de los refugiados en Líbano viven en zonas urbanas. El otro 46% sobrevive en chabolas de madera y plástico en alguno de los 3.400 campos o asentamientos informales. Las familias están compuestas por una media de seis personas. Muchas veces, varias familias comparten una misma tienda. En ocasiones, no existe ni medio metro de distancia entre las distintas tiendas del asentamiento. En estas condiciones es muy difícil mantener las medidas de higiene y de distanciamiento social necesarios para prevenir el contagio del COVID-19 entre los refugiados.
La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus está teniendo un enorme impacto en los refugiados en Líbano. El país, que ya atravesaba una recesión económica antes de la pandemia, se encuentra ahora en una situación cercana a la hambruna. Con el parón de la actividad económica, incluida la agricultura y la construcción, que empleaba al 60 % de los refugiados, el desempleo se ha disparado. El empleo en lo informal también está parado. La pobreza es aguda y la situación es crítica.
Más de la mitad de un grupo de refugiados encuestados por ACNUR a finales de abril en este país aseguró haber perdido su fuente de ingresos, y un 70% reconocía que tenía que saltarse comidas. El impacto entre las mujeres es aún mayor y casi todas las que estaban trabajando afirmaron que se quedaron sin empleo.
ACNUR proporciona a los refugiados en Líbano ayudas en efectivo. Con la llegada de la crisis financiera, algunos bancos dejaron de aceptar las tarjetas de los refugiados. Este hecho ha añadido aún más tensión a una situación de por sí complicada. ACNUR ha llevado a cabo negociaciones con algunas entidades bancarias y autoridades locales para que se permita a la población refugiada acceder al sistema financiero.
El acceso de refugiados a los servicios de salud también se ha visto afectado por la falta de medios. Ha habido una caída del 53 % de acceso de los refugiados a los servicios sanitarios. Cada año, ACNUR inyecta alrededor de 55 millones de euros en el sistema nacional de salud para garantizar el acceso de la población refugiada a los servicios públicos sanitarios.
Durante la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19, ACNUR está llevando a cabo campañas de sensibilización, la mejora del sistema sanitario libanés y la instalación de Unidades de Cuidados Intensivos en varios hospitales, así como la construcción de unidades de aislamiento en los asentamientos de refugiados.
54 %
vive en zonas urbanas en condiciones precarias.
46 %
vive en alguno de los 3.400 asentamientos informales.
51 %
de los refugiados sirios en Líbano viven con menos de 3 dólares/día.
En medio de esta crisis, y con los servicios cara a cara parados, el centro telefónico para refugiados más grande y ajetreado de la región mantiene sus líneas abiertas. Está dirigido conjuntamente por ACNUR y el Programa Mundial de Alimentos.
ACNUR ha aumentado la capacidad del centro para poder responder a todos los refugiados en un momento de creciente ansiedad. “Recibimos la primera llamada relacionada con COVID-19 el 2 de marzo. Desde entonces, el número aumenta cada día”, dijo Jerome Seregni, un oficial de comunicación comunitaria del ACNUR que supervisa el centro.
El centro, que funciona desde 2015, recibe casi un millón de consultas al año sobre servicios de protección y asistencia de refugiados. Un 60 % de los refugiados del país han utilizado el servicio.
“Los refugiados dicen que no pueden ganarse la vida para mantener a sus familias debido a las restricciones. Este es un mensaje muy serio”.
Jerome Seregni
Ayuda a los refugiados