Bahadur salió por primera vez de Afganistán a principios de los 90, cuando estalló la guerra civil. En 2010, las inundaciones destruyeron su casa por completo y tuvo que volver a empezar en otro lugar. Hoy, doce años después, él y su familia se han visto obligados a abandonar su hogar otra vez por el mismo motivo. Lo hicieron en apenas un par de minutos, antes de que su casa fuera arrasada por el agua. Es la tercera vez que esté hombre de 60 años tiene que huir.
“No es fácil olvidar aquella noche, el momento en que nuestra casa se inundó en cuestión de minutos. No tuvimos más opción que salir de ahí de inmediato”.
Bahadur, refugiado afgano en Pakistán.
Bahadur es solo uno de los más de 2.000 afganos refugiados que vivían en Kheshgi, un pueblo de refugiados en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa que ha quedado parcialmente destruido por el agua.
En junio, él y su familia habían conseguido mantener su casa en pie después de varios aguaceros. Ahora, su hogar no ha podido resistir la crecida del río Kabul. Él y su familia tuvieron diez minutos para ponerse a salvo. Poco después, su casa quedó totalmente destruida.
“Cuando abandonamos nuestras casas, nos pusimos a salvo en terrenos más elevados. Pasamos la noche a la intemperie. A la mañana siguiente, llegaron los trabajadores de ACNUR para ayudarnos”.
Bahadur.
Bahadur y su familia se alojan en una tienda de campaña proporcionada por ACNUR en un terreno más elevado cerca de su pueblo. “Agradecemos que nos hayan proporcionado refugio y una mosquitera, pero tenemos otros muchos problemas”, comenta Bahadur. “Dormimos en el suelo. No tenemos acceso a agua limpia para beber ni contamos con infraestructuras sanitarias. No todos los días tenemos suficiente para comer. Es difícil alimentar a nuestras familias. Nuestras vidas dependen de la comida. El ganado también necesita comer”, añade.
Como consecuencia de las lluvias torrenciales, unas 735.000 cabezas de ganado han muerto en las provincias de Baluchistán, Khyber Pakhtunkhwa y Sindh, las más afectadas.
Bahadur es pastor y padre de once hijos. Le preocupa mucho su futuro. El impacto del cambio climático presenta innumerables desafíos, tanto para la población refugiada como para las comunidades de acogida. En todo Pakistán hay innumerables historias de personas cuyas vidas han cambiado drásticamente debido a las devastadoras inundaciones que han tenido lugar en las últimas semanas.
Lejos del pueblo en el que vivía Bahadur, las comunidades pakistaníes también han sufrido daños enormes. Saleem Khan, un granjero de 25 años, es un ejemplo de ello. El aguacero destruyó su casa en plena noche. Sus cultivos de caña y maíz, que representaban su única fuente de ingresos, quedaron totalmente arruinados. Ha perdido más de 3.000 euros (600.000 o 700.000 rupias), el equivalente a los ingresos de un año entero de trabajo.
“Teníamos mucho miedo. Ninguna otra noche había sido tan aterradora. Nos preguntábamos cómo haríamos para cruzar aquellas aguas. Tuvimos que dejar todo atrás para ponernos a salvo”, recuerda Saleem.
ACNUR está ayudando a los refugiados y a las comunidades de acogida afectadas con tiendas de campaña, colchonetas, mantas, lonas de plástico, cubos y utensilios de cocina.
“Las comunidades pakistaníes y las personas refugiadas a las que Pakistán ha dado acogida comentan que estas son las peores inundaciones de las que tienen memoria”.
Gayrat Ahmadshoev, director de la suboficina de ACNUR en Peshawar.
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