En la capital, Bamako, los equipos de ACNUR han entrevistado a familias desplazadas que dicen que están listas para retornar a sus hogares en las regiones de Gao, Tombuctú y Kidal, tan pronto como las carreteras del norte se vuelvan a abrir. El servicio de autobuses a Gao y Tombuctú se suspendió por el conflicto.
Mientras que algunos de los desplazados están a deseo de volver a sus casas, siguen llegando informes sobre inestabilidad y ataques revanchistas que están disuadiendo a otros. La información que llega de los medios y otras fuentes muestra que los tuareg y las minorías árabes en particular, están siendo objetivo de ataques porque se les percibe como grupos de apoyo a los rebeldes, que han sido acusados de graves abusos contra la población.
La escasez de alimentos, gasolina y electricidad, así como la interrupción de los servicios básicos como la asistencia sanitaria y la educación, también son citados por los desplazados, que prefieren de momento esperar y ver cómo evoluciona la situación antes de regresar al norte.
La presencia de minas antipersona y artefactos sin explotar es otro motivo de grave preocupación, tanto para la población civil como para las agencias humanitarias que tratan de ayudarles. Algunas personas desplazadas han informado a los equipos de ACNUR que sus casas han sido destruidas o fuertemente dañadas en la zona norte, y que necesitarán ayuda para poder arreglarlas o reconstruirlas. Las familias que tienen a sus hijos en las escuelas de Bamako prefieren esperar para retornar hasta que termine en junio el curso escolar.
Las condiciones de vida para los desplazados internos en el sur son precarias. Las familias carecen de medios para alquilar casas y duermen a la intemperie o debajo de porches. Particularmente los niños están padeciendo el frío de la noche, incrementándose las posibilidades de contraer gripes y enfermedades respiratorias ya que están expuestos al viento y las tormentas de arena.
Una de las quejas principales que plantean las personas desplazadas es la falta de asistencia del Gobierno y de las agencias humanitarias. La gente carece de mantas, tiendas, mosquiteras, ropa y material escolar para los niños. Muchos menores van al colegio con el estómago vacío y sus padres no tienen recursos para comprar comida. Muchas familias desplazadas sobreviven gracias a la generosidad de sus vecinos, que están recogiendo dinero para ellos, para que puedan pagar sus alquileres y comprar alimentos.
Entretanto, los refugiados malienses continúan cruzando hacia los países vecinos por los combates o el temor a represalias.
En Burkina Faso, hay actualmente 43.629 refugiados malienses registrados (a fecha 29 de enero), incluyendo 5.411 que llegaron desde el comienzo de la intervención francesa en Malí el 11 de enero.
ACNUR está incrementando el número de misiones de monitoreo a las zonas fronterizas como la de Inabao, por donde llegan la mayoría de los refugiados, con el objetivo de prestarles asistencia e identificar sus necesidades más urgentes.
La mayoría de los refugiados que llegaron a Malí en los últimos días son mujeres y niños árabes y tuareg. Los hombres tuareg se están quedando en sus lugares de origen para cuidar del ganado.
Los refugiados mencionan el temor a los bombardeos aéreos y represalias como principales motives de su huída de Malí y explican que se están produciendo ataques de grupos criminales armados y de milicias de grupos étnicos rivales.
En los últimos días, las condiciones climatológicas no han jugado muy a favor de quienes trataban de salir del país ya que las noches han sido muy frías y se han producido fuertes tormentas de arena. Algunos niños y adultos están sufriendo infecciones respiratorias por inhalación de polvo.
Los refugiados recién llegados están siendo recibidos en la frontera por equipos móviles de ACNUR y sus socios, y trasladados hacia los campos de Mentao y Goudebou, donde reciben asistencia en forma de comida caliente a su llegada, y los materiales para la construcción de refugios tradicionales, mientras son registrados.
Como medida de seguridad, ACNUR está reubicando a los refugiados desde los asentamientos de Damba y Gandafabou, próximos a la frontera con Malí, hacia zonas más seguras en el interior de Burkina Faso. El campo de Ferreiro ya está cerrado y sus residentes fueron reinstalados en el de Goudebou, cerca de Dori.
En Mauritania, hay actualmente 64.805 refugiados, incluyendo 10.688 que llegaron desde la intervención militar en Malí.
Los equipos de ACNUR en el terreno informan de que el 90% de los recién llegados son mujeres y niños. La Agencia de la ONU para los Refugiados y sus socios están mejorando las instalaciones donde se recibe a los refugiados en el centro de tránsito de Fassala, a 3 kilómetros de la frontera. El puesto de salud se ha reforzado y se están organizando convoyes para trasladar a los refugiados hacia el campo de Mbera, a 50 kilómetros de la frontera con Malí, donde son registrados y reciben asistencia inmediata. Se han iniciado ya los trabajos de ampliación del campo para acoger a futuros refugiados que puedan llegar.
En Níger, el número de llegadas permanece estable y no se ha incrementado. Según los refugiados, esto se debe a que la gente carece de medios para poder pagar el transporte. La gente llega a pie o en burro hasta la zona de Foukouratan, en Malí, a unos 25 kilómetros de la frontera, desde donde hay transporte hasta el campo de Mangaize, dentro de Níger. Algunos de los recién llegados explican que salieron de la ciudad de Menaka, al este de Malí, por los combates.
Se estima que hay unas 230.000 personas desplazadas dentro de Malí y más de 150.000 refugiados en Mauritania, Níger, Burkina Faso y Argelia.