Cuando la vida de una persona corre peligro, huir para sobrevivir es siempre lo primero. Cientos de niños y menores cruzan solos las fronteras cada día huyendo de la violencia. En su país de acogida, su mejor opción y la de otras muchas familias separadas por la guerra será la reunificación familiar: reencontrarse con sus seres queridos y vivir juntos en un país seguro.
Separar a los miembros de una familia puede tener consecuencias devastadoras en su bienestar. A través de la reunificación familiar, quienes han huido de persecuciones y violaciones de derechos humanos podrán recuperar la normalidad.
La reunificación familiar es uno de sus principios de protección de ACNUR para garantizar el derecho de los refugiados a una vida en familia tras la huida. Se trata de un derecho reconocido en la Convención de Ginebra y en la Declaración de los Derechos Humanos, que reconocen a la familia como unidad fundamental de la sociedad.
Ante la imposibilidad de poder regresar de forma segura a sus países de origen es preciso que el Estado que les reconoce la protección establezca medidas que garanticen la unidad familiar del refugiado brindándole la posibilidad de reunir a los miembros de su familia en el país de acogida.
Este es un derecho del que disfrutan las personas con estatus de refugiados en los países que, como España, han incorporado este derecho a la legislación de asilo.
De él se benefician las personas que están dentro de la unidad familiar (cónyuge, padres o hijos) del refugiado asilado en España u otro país.
Bajo estas cuestiones legales se esconden historias de familias separadas por la guerra que, gracias a la reunificación familiar, esperan volver a reencontrarse con sus seres más queridos.
Historias como la de Eida, una mujer que, no sabe muy bien en qué año, nació en Siria bajo el Imperio Otomano. Según su pasaporte, habría cumplido 126 años. Ella se ríe del error, aunque calcula que tendrá más de 100 años en los que ha vivido dos guerras mundiales y la de su Siria natal.
Eida siempre había vivido en su aldea al norte de Siria cuando la guerra estalló. En los primeros días, sus hijos, nietos y bisnietos huyeron hasta a Europa y Eida, al igual que otros ancianos con dificultades para moverse, se quedó sola en medio de una guerra que empeoraba cada día. “Tenía muy poco, pero era todo lo que necesitaba. Mi jardín era hermoso, pero ahora en Siria todo está destruido”, cuenta.
Un día, Eida tuvo que abandonar su aldea y se dirigió a Grecia con la ayuda de una familia desconocida. El padre, al verla tan mayor y que difícilmente podría llegar a pie, se la echó a la espalda durante casi todo el camino sin apenas conocerla. Su mujer, embarazada, pasó muchas dificultades llevando a sus cuatro hijos, pero no podían dejar a Eida en el camino.
“Yo crecí sin mi madre y mi padre, así que es como si ella se hubiera convertido en mi madre”, cuenta el padre de familia. Después de distintos periplos lograron llegar a Atenas, donde han conseguido uno de los apartamentos gestionados por ACNUR para solicitantes de asilo en el que la familia y bisabuela de adopción conviven mientras Eida sueña con poder reunirse con su verdadera familia.
Según el reglamento, el proceso puede llevar más de un año, un tiempo demasiado largo para su familia siendo ella una persona tan mayor. ACNUR trabaja para que los procedimientos de personas vulnerables, como niños no acompañados, ancianos y personas con discapacidad se agilicen el máximo posible.
“Apenas puedo caminar. He logrado llegar hasta aquí y ahora espero verlos de nuevo y que ellos cuiden de mí”
Eida.
Ayuda a los refugiados