6,7 millones de personas se han visto obligadas a huir de su casa en Sudán del Sur en la mayor crisis de desplazamiento de todo África. En los peores momentos, 6.000 refugiados han ido llegando cada día hasta las fronteras de Uganda. El 85% de ellos son mujeres y niños.
Pero los datos, difícilmente reflejan la situación que viven hoy los sursudaneses, ante una falta de financiación crónica desde el repunte de la violencia en la capital del país en el último año. Una situación que rara vez adquiere la presencia mediática y la atención pública necesaria.
Hambruna en Sudán del Sur: 5 millones de personas podrían morir de hambre
En febrero de 2017, la ONU declaraba oficialmente hambruna en Sudán del Sur en algunas zonas del país. El hambre, la sequía y la guerra en Sudán del Sur, la han convertido en la crisis de refugiados que más rápido crece de todo el mundo. En algunos puntos de la capital, el agua sucia o salada provocan grandes dificultades para acceder al agua potable.
El ritmo al que huyen los habitantes de Sudán del Sur provoca una presión añadida, imposible de soportar para una región significativamente pobre. A consecuencia, ACNUR se ha visto obligado a recortar las raciones de comida hasta el 50%, dejando a miles de mujeres y niños con apenas una comida al día.
Entre quienes traspasan las fronteras de Sudán del Sur, más de 700.000 personas se refugian en Uganda, provocando que las instalaciones del norte del país se vean sobrepasadas.
Uganda, que siempre ha abierto sus puertas a los refugiados en un modelo de integración ejemplar a nivel mundial, fue elegido para liderar un proyecto piloto que lo reconoce como un modelo de acogida único en su acercamiento al asilo.
Los refugiados de Sudán del Sur que llegan a Uganda reciben una parcela de tierra en la que cultivar para poder ser auto suficientes, donde trabajan codo con codo con las comunidades locales. También acuden a los colegios y al servicio público de salud de sus vecinos de Uganda.
Por desgracia, el aumento del número de refugiados sursudaneses provoca que este programa sólo tenga un 7% de financiación, dejando al país al borde del colapso si no se consiguen pronto fondos adicionales.
Hacer posible que Uganda reciba la financiación necesaria es crítico, no sólo para los 700.000 refugiados de Sudán del Sur, sino como apoyo de un modelo de acogida de refugiados basado en la integración en las comunidades locales y en el sistema productivo. Un modelo que demuestra que otra forma de acoger a los refugiados realmente es posible.
Todos nosotros tenemos esperanzas y sueños. Para Kiden Sam, de 28 años, esos sueños se han quedado en espera. Acaba de llegar a Uganda después de huir de las atrocidades de Sudán del Sur. “Ahora no sé cómo va a ser la vida” dice mientras mece a su hija de 9 meses.
La intensificación de las luchas en la capital de Sudán del Sur ha forzado a Kiden y a sus dos hijos a huir. No son los únicos: más de 1 millón y medio de personas han cruzado las fronteras después de caminar durante días, sin agua ni comida.
Cientos de personas llegan cada día hasta Uganda, la mayoría son mujeres y niños que, como Kiden, llegan sin nada.