La tierra tembló el pasado 6 de febrero en el sureste de Turquía, cerca de la frontera con Siria, y acabó con la vida de más de 50.000 personas. Miles de edificios colapsaron, y cientos de familias se vieron obligadas a vivir en la intemperie en un invierno con temperaturas bajo cero, lluvia y nieve. Los terremotos sacudieron, además, una zona que ya se enfrentaba a una de las crisis humanitarias más complejas del mundo, incluidos los retos derivados de la guerra en Siria, que ya lleva doce años asolando el país. En Turquía, país que acoge al mayor número de personas refugiadas del mundo, los terremotos afectaron a 15 millones de personas. En Siria, asolaron una región que ya lleva más de una década enfrentándose a los estragos del conflicto, y que ha obligado a huir a 12 millones de personas.
ACNUR, que ya contaba con oficinas, personal y almacenes en las dos regiones afectadas, pudo movilizarse rápidamente para auxiliar a las víctimas, a la vez que realizaba una petición de fondos para poder ampliar su respuesta.
En Turquía, a petición del gobierno, proporcionó a las autoridades casi tres millones de artículos de emergencia, entre ellos 34.700 tiendas de campaña y ocho grandes carpas, colchones y utensilios de cocina, que se distribuyeron entre las personas afectadas, incluidas la población refugiada y la población local de acogida. También realizó visitas periódicas a más de 230 emplazamientos, formales e informales, para identificar y apoyar a las personas más vulnerables.
En Siria, gracias a las existencias almacenadas y al aumento de las entregas transfronterizas, ACNUR pudo ayudar rápidamente, y en los primeros días, a 283.650 personas con artículos de primera necesidad como mantas o colchones, láminas de plástico, bidones de agua o lámparas solares. Junto con sus socios, se rehabilitaron refugios colectivos en Alepo y Latakia, se instalaron pabellones que pudieran servir como almacenes o como aulas escolares provisionales, y se coordinaron las estructuras comunitarias para proteger los derechos de las personas desplazadas y ofrecer apoyo psicosocial, entre otras acciones.
Todo este trabajo no habría sido posible sin el apoyo y la solidaridad de instituciones como la Diputación de Cádiz, cuya contribución de 50.000 euros permitió asistir a 289 familias (cerca de 1.200 personas) con colchones, mantas térmicas, bidones de agua, lonas plásticas para resguardarse del frío y la lluvia, lámparas solares y cubos, tanto en Turquía como en Siria.
Ocho meses después de los terremotos, las necesidades siguen siendo inmensas, pero la respuesta inmediata de ACNUR logró salvar vidas y proteger a personas más vulnerables. El apoyo de la Diputación de Cádiz, que en el pasado ha respondido generosamente a situaciones de emergencia como las de Afganistán o Ucrania, ha sido clave para no dejar a nadie atrás y mejorar la vida de las familias afectadas.
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