Cada año durante el noveno mes lunar millones de musulmanes en todo el mundo practican el Ramadán. En este mes sagrado, llevan a cabo un ayuno voluntario absteniéndose de comer, beber incluso agua, fumar, acicalarse o mantener relaciones durante las horas de luz. Al caer la noche, la abstinencia desaparece.
Cuando el Ramadán termina, la tradición invita a celebrarlo con una gran fiesta: el Eid al-Fitr. Comenzará la noche del último día de Ramadán y durará 3 días en los que compartirán dulces, comida y bebidas sin alcohol con familia y amigos.
¿Cuándo es el Ramadán?
Dado que el Ramadán se rige por el calendario lunar, las fechas varían en el calendario gregoriano. El Ramadán en 2018 durará desde el 15 de mayo hasta el 14 de junio: 30 días en los que los musulmanes se privarán de toda tentación durante el día.
Es el noveno mes lunar, que empieza a finales del mes de shaabán, el 8º en el calendario lunar islámico.
Entre los musulmanes practicantes, solamente niños, embarazadas, enfermos y viajeros están exentos de practicar el Ramadán.
En el caso de los turistas no musulmanes que viajan a países que sí lo son, será preferible abstenerse de beber o comer en espacios públicos como la calle durante ese mes.
Durante este tiempo, la mayoría de las licorerías o lugares de venta de alcohol en los países musulmanes permanecen cerrados.
Para los musulmanes practicantes, la abstinencia durante el mes del Ramadán es uno de los pilares del Islam.
Según un verso de su profeta, Mahoma: “Cuando empieza el mes del Ramadán las puertas del cielo están abiertas, las puertas del infierno están cerradas y los demonios están encadenados”.
La idea de fondo está muy lejos de ser un castigo: se trata de una enseñanza acerca de la paciencia y la humildad, que les recuerda lo afortunados que son y que hace falta ayudar al necesitado que no tiene cada día un plato de comida.
Para Shadiya, refugiada siria de 25 años, el momento en el que cae la noche y se rompe el ayuno ha dejado de ser un motivo de celebración. Es el tercer Ramadán que pasará en el exilio.
En la cocina de su pequeño apartamento, fríen patatas y berenjenas para el Maqluba, un plato de comida siria que le recuerda su origen. “Ya no hay grandes banquetes. La comida se ha convertido en algo demasiado caro. Podemos comprar vegetales y arroz, pero eso es todo”, explica. Aun así, no es lo que más echa en falta. Parte de su familia, los más mayores, no han podido salir del país. El viaje es demasiado duro para sus padres y, en la distancia, el Ramadán recalca su ausencia. Nadie sabe si volverán a encontrarse.
Aun así, Shadiya se siente afortunada. Su hermano trabaja a tiempo completo y consigue alrededor de 15 dólares diarios. Es una de las menos de 20 familias sirias que conserva su apartamento en su bloque low cost, de las más de 50 familias que llegaron hace 3 años. Los demás no podían pagar el alquiler y se trasladaron a un campo.
En otros países, como Somalia o Yemen, la población se ve forzada al ayuno durante demasiados días del año. La falta de comida ante la escasez de fondos para llevar ayuda hace que este 2018 el Ramadán no sea una ocasión especial.
Por ello es necesario llevar ayuda urgente para evitar las muertes por hambruna de las que se ha alertado.