Imagina que en vez de frases no pudieras ver más allá de un montón de símbolos. Imagina que no pudieras descifrar los letreros por la calle, escribir un mensaje de móvil ni buscar en Google la información que necesitas. Así es como ven el mundo más de 758 millones de personas por las que el 8 de septiembre celebramos el Día de la Alfabetización.
¿Qué es la alfabetización?
Alfabetización es la capacidad de comunicarse a través del texto. Aunque muchas veces se limita a la enseñanza de leer y escribir, también se entiende por alfabetización digital la enseñanza de los medios tecnológicos tan necesarios para la comunicación actual.
758 Mill.
De personas adultas no saben leer ni escribir, más del 10% de la población.
250 Mill.
De niños no alcanzan las capacidades básicas de cálculo y lectoescritura.
+10%
Cada año que un niño va a la escuela aumenta un 10% sus ingresos en el futuro.
Para las personas que han tenido que cruzar la frontera para salvar sus vidas, el acceso a la educación y la alfabetización resultan especialmente importantes para empezar una nueva vida.
Hasta que llegó a Malasia a los 14 años, Shamshidah no había tenido una escuela a la que asistir. Ninguno de sus familiares sabía leer ni escribir. Gracias a un sistema de educación informal de ACNUR para los refugiados rohingyá sin acceso a educación pública, Shamshidah empezó a ir clase de primaria con estudiantes más jóvenes. Ahora, va a clase cada día en Kuala Lumpur y su comienzo tardío no ha frenado sus metas: “quiero ir a secundaria y aprender informática”.
Su madre, Aminah, ha sido el principal aliciente para que estudie y disfrute de las oportunidades que ella no ha tenido. “Nací dentro de una familia pobre y tuve que hallar formas de encontrar alimento. No sé los números, no sé leer ni escribir, no sé cómo hacer nada. Por eso no quiero que mis hijos trabajen, sino que estudien”, dice Aminah.
Shamshida se siente afortunada de estar entre el 39% de los refugiados que asisten a los 120 centros de educación informal en Malasia. En ellos, un gran número de alumnos frente a los escasos fondos disponibles suponen un auténtico desafío. “Los niños son niños. Ellos no necesitan tener una nacionalidad, necesitan tener una educación”, dice una profesora voluntaria.
Cuando Fátima se refugió en Líbano se dio cuenta de que muchos padres se avergonzaban de no poder ayudar a sus hijos con las tareas. Entonces, se le ocurrió empezar estas clases de alfabetización para madres, ya que ellas pasaban más tiempo en casa con sus hijos.
“Cuando empecé, estaban incómodas y molestas. Algunas no podían ni sostener un lapicero apropiadamente”, asegura Fátima. Para la mayoría, era la primera clase a la que asistían.
Mujeres como Ghalia aseguran que no veían el valor de la educación antes de convertirse en refugiada: “En Siria, era menos necesario leer y escribir. Las personas daban direcciones con puntos de referencia locales y las noticias importantes pasaban de boca a boca”.
Junto a ella, mujeres de entre 17 y 60 años asisten dos veces por semana a estas clases de alfabetización y muestran con orgullo su progreso. ACNUR ha brindado libros y otros materiales escolares que hacen posibles testimonios como estos.
“El momento más alentador para mí fue cuando pude leer por primera vez el nombre de la aldea vecina en una señal”
Fatima, madre y refugiada.
“Para mí, lo más importante es leer las notas del doctor para mis recetas”
Naisa, abuela siria refugiada.
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