El 21 de octubre Alicante 2017, Puerto de Salida de la Vuelta al Mundo a Vela, ha organizado una jornada solidaria en torno a las actividades de la Volvo Ocean Race en...
El 16 de octubre se celebra en todo el mundo el Día de la Alimentación. Un momento para recordar a todos aquellos que padecen hambre y desnutrición en...
45 países de todo el mundo tienen una mayoría de población musulmana. Sin embargo, entre ellos existen algunos considerados “estados laicos” en los que existe una separación...
El impacto multiplicado de los regalos empresariales.
El Ayuntamiento de Tarragona ha concedido una subvención de 40.000€ al proyecto de “Asistencia básica para población refugiada siria en Jordania”, en concepto de acción humanitaria en...
El aumento de personas que huyen de Myanmar hasta el país vecino ha convertido a la crisis de los rohingya en la que más rápido crece a...
Hace 16 años, el 7 de octubre de 2001 comenzó la guerra en Afganistán, en el corazón de Asia. Desde entonces, guerras y conflictos han convertido al país en...
Quienes han sobrevivido a la ruta del Mediterráneo central cuentan historias de secuestros y torturas en el camino hacia Europa. Tras ser rescatados por la Guardia Costera italiana, los...
Volver a Empezar es el primer podcast del Comité Español de ACNUR, conducido y presentado por Molo Cebrián, creador de Entiende Tu Mente o Saliendo Del Círculo.
En esta nueva temporada de Volver a Empezar hablamos con mujeres que se han visto desplazadas por la fuerza, pero que no se dejan definir por estas circunstancias. Son mujeres incansables, que día a día superan la adversidad y la desigualdad y que además luchan por aquello en lo que creen: una vida digna para todas, para poder vivir en paz. Casi 60 millones de mujeres y niñas están desplazadas en todo el mundo, a ellas les dedicamos la novena temporada del Podcast del Comité español de ACNUR.
En la Temporada 8 de "Volver a empezar", el podcast del Comité español de ACNUR, nos preguntamos: ¿Puede el deporte convertirse en refugio? Para responder a esta pregunta hemos hablado con varias personas refugiadas que han tenido que huir de sus hogares, dejar su país y comenzar de cero en España. Personas a las que el deporte les ha salvado la vida. ¿Y cómo es posible esto? En muchas ocasiones lo es gracias a organizaciones, fundaciones y asociaciones que apuestan por el deporte como herramienta integradora de las personas refugiadas. Y es que el deporte integra, empodera, une, ayuda y puede convertirse en hogar, especialmente cuando el tuyo ha quedado muy lejos.
¿Te imaginas tener que abandonar tu país y empezar de cero para poder salvar tu vida? El protagonista de esta temporada tuvo que hacerlo: le llamaremos Juan. Por motivos de protección, prefiere no decir su nombre, ni de dónde viene, pero sí puede contarnos cómo ha logrado comenzar una nueva vida en un pequeño pueblo de la llamada España rural, ayudando a combatir el despoblamiento. Allí, donde muchos otros no quieren ir, Juan está construyendo un hogar seguro junto a su familia. Acompáñanos a conocer su historia en la séptima temporada del podcast del Comité español de ACNUR.
El cambio climático ha llegado para quedarse y marcar nuestro presente y nuestro futuro. Pero, ¿qué es exactamente? ¿Qué consecuencias tiene y cómo podemos luchar ante su avance? ¿Cómo afecta a las personas más vulnerables del planeta? En la temporada 6 de "Volver a empezar" resolvemos estas preguntas sobre el cambio climático hablando con expertos en el tema. Te esperamos.
Como no podía ser de otra manera, dedicamos la Temporada 5 de Volver a empezar a Ucrania. Queremos conocer de cerca cómo se vive en un país en guerra, cómo es huir de este conflicto y comenzar de cero en un lugar nuevo. Pero también vamos a mostrar qué labor está realizando Acnur en esta situación y cómo podemos ayudar cada uno de nosotros. Te esperamos.
Esta es la historia de una persona que gracias al boxeo tuvo una segunda oportunidad. No solo ella, sino también toda su familia.
Ella es Sadaf. Mujer, boxeadora, refugiada, valiente y luchadora. Nació en Afganistán, uno de los peores países del mundo para nacer mujer. Si quieres conocer su historia, ¡dale al play! y si te emociona tanto como a nosotros, comparte este podcast.
La tercera temporada de Volver a Empezar tiene nombre propio: Sergio Chekaloff. Una persona que ha pasado 74 años buscando el reconocimiento de una nacionalidad.
Su historia es la de millones de personas en todo el mundo que carecen de derechos políticos, jurídicos y sociales por el hecho de no ser considerados ciudadanos. Son apátridas.
En esta segunda temporada de Volver a Empezar conoceremos a Sergio, Gleici y Cristian. Ellos se vieron obligadas a abandonar sus países y que al llegar a España se toparon con una situación excepcional por la pandemia de COVID-19. A pesar de sus dificultades personales, y aún a riesgo de contagiarse, volvieron a armarse de valor para ayudar a quienes más lo necesitaban.
Befriending es la primera temporada de Volver a Empezar. En ella conoceremos la historia de tres mujeres valientes. Dos de ellas lo dejaron todo atrás en sus países para volver a empezar. Una vez en España, forjaron una amistad que les ha ayudado a salir adelante en el día a día.
Fueron estas experiencias vitales las que le motivaron a hacer algo por las miles de personas desplazadas por la violencia en la ciudad de Duhok, en el Kurdistán iraquí, donde Farhad vive. "La gente está viviendo en la calle, durmiendo bajo los árboles y en los arcenes de las carreteras” nos cuenta. “Decidí ayudarles porque sé lo que es estar en esa situación, conozco en primera persona lo que están pasando”. Cerca de 1.8 millones de iraquíes han sido desplazados desde inicios de este año. ACNUR ha puesto en marcha su mayor operación de distribución de ayuda humanitaria de los últimos diez años para facilitar refugios, colchonetas y otros artículos de primera necesidad a los afectados. Sin embargo, las necesidades son muchas y urgentes, y la ayuda de personas como Farhad es sumamente valiosa. Cuando miles de familias empezaron a llegar a Duhok, Farhad construyó con sus propios medios un campamento provisional equipado con tiendas de campaña, agua potable, sanitarios y electricidad. El campo está ubicado sobre una colina en un terreno baldío propiedad de Farhad y justo detrás de una urbanización exclusiva de la que el mismo es promotor. El campo inicialmente acogía a 300 personas, la mayoría de ellas ex trabajadores de los proyectos de construcción de Farhad. Abbas, es uno de esos trabajadores. Trabajó como peón para Farhad y ha llegado al improvisado campo junto a su mujer e hijos. El y su familia pasaron 9 días atrapados en el Monte Sinjar rodeados de insurgentes armados de ISIS. "En la montaña no hay agua ni comida. Mis hijos estaban muertos de hambre”. Tan pronto el asedio dio tregua, él y miles más, en su mayoría de la minoría étnica Yazidí, cruzaron la frontera hacia Irak. “Cuando recibí la llamada de mi antiguo jefe me sorprendí mucho; me dijo que si cruzaba la frontera hacia Duhok recibiríamos ayuda y cuidados. No me lo podía creer; no pensaba que se acordara de mí” nos dice Abbas. “Tengo mucha suerte de estar aquí, cuando veo a otras familias sobreviviendo en edificios sin terminar no puedo creer la suerte que he tenido” El campamento que ha construido Farhad acoge a unas 1.000 personas a día de hoy. ACNUR ha incrementado la capacidad del campo instalando 40 tiendas familiares que Farhad ha equipado con sistemas de ventilación y electricidad. El empresario también ha proporcionado ropa a los niños y ha organizado visitas médicas. “Facilitar refugio, comida y agua es solo parte del problema; cuando los refugiados llegan buscando protección difícilmente pueden olvidar lo que les ha pasado”. Es por ello que Farhad insta a los refugiados a que ellos mismos se hagan cargo del mantenimiento del campo, y ha instalado una cocina y una panadería “Trabajar y ocupar el tiempo ayuda a olvidar el trauma del exilio forzoso” dice Farhad. Este enfoque parece estar dando sus frutos; los niños juegan al fútbol y los mayores conversan animadamente durante la hora de la comida en el comedor comunal. Abbas nos dice que está agradecido por lo que ha hecho Farhad. “Por supuesto no quiero que esto dure mucho, quiero volver a mi hogar, que mis hijos puedan volver a la escuela, pero por ahora estamos bien aquí. Necesitamos más gente como Farhad en el mundo”. Por Charlie Dunmore in Duhok, Iraq
Debido a las extrema vulnerabilidad que sufren las personas afectadas por el conflicto en Siria, la Obra Social “la Caixa” te anima a colaborar con ACNUR a través de su portal de microdonativos para proteger y dar asistencia humanitaria de emergencia a las personas desplazadas por la fuerza de Siria, que a día de hoy superan los 11 millones de personas, en su gran mayoría mujeres y niños y un tercio de las cuales se han convertido en refugiadas. La crisis siria es la mayor emergencia humanitaria a la que se enfrenta ACNUR actualmente. Desde la Agencia de la ONU para los Refugiados llevamos tres años ofreciendo refugio, ayuda y asistencia a los sirios refugiados en los países vecinos. También ha distribuido mantas y utensilios de higiene y de cocina para facilitar la vida de estas personas en los campos y en los asentamientos de ciudades como Beirut. En el Líbano y Turquía, ACNUR está ayudando a que los niños refugiados accedan a la educación. Puedes hacer tus aportaciones a través de un donativo en nuestra web. Muchas gracias tu colaboración
A menudo, ignorados, pero tan vulnerables como los refugiados sirios más jóvenes, las personas mayores están generalmente peor preparadas para abandonar sus vidas, escapar y luchar por reconstruir un futuro nuevo, tras haberlo perdido todo. Decenas de miles se han visto obligados a realizar un viaje peligroso y difícil que, a pesar de todo, supone una oportunidad para escapar de la violencia a la que se enfrenta su país. Algunos, incluso han intentado, de manera desesperada, quedarse. “¿Hay puntos de control, podemos volver, podemos irnos hoy?”, preguntan muchos. Ahmad, 102 años. “La gente dice que si Dios te ama, te permitirá vivir una larga vida”, explica Ahmad desde su tienda de plástico en el Valle de Bekaa en Líbano. “A mí me gustaría que me quisiera un poquito menos. Me hubiera gustado no vivir tanto para no tener que ver mi país en ruinas”. Ahmad dejó Siria por su salud. Tras la guerra era imposible seguir con el tratamiento y la intervención de próstata que necesitaba allí. Ahora no puede volver. “Siria es mi casa, mi país, adoro su tierra. Ahora el único sitio que puedo llamar `casa´ es esta pequeña tienda”, dice Ahmad. Saca fuerzas de los recuerdos y gracias a su familia. Tiene 11 hijos y más nietos y bisnietos de los que puede recordar: “no puedo recordar todos los nombres”, explica entre risas. Mofleh, 103 años. Mofleh está cosechando lo que sembró. Después de haber acogido en su casa a una familia de refugiados libaneses en 2006 durante la guerra con Israel, ahora es él el acogido por la misma familia. Bilal era sólo un niño cuando su familia se refugió con Mofleh en Siria, ahora es él quien cuida a Mofleh. A pesar de los buenos cuidados que recibe, Mofleh está desesperado por volver a Siria, donde dos de sus bisnietos murieron tras un bombardeo en Siria. Ha intentado volver a Siria en dos ocasiones, e incluso aún guarda, tras 70 años, su antiguo carné de identidad en el bolsillo de la camisa. “Voy a volver a Siria, por lo que no debo perderlo”, explica Mofleh. “Esta situación se está alargando mucho, me siento como si llevara fuera de mi casa 500 años”. Dagha, 101 años. Dagha suele escuchar el sonido de las bombas que caen en Siria, desde la pequeña tienda de su familia en el Líbano. Sentada tranquilamente en la montaña, mientras arregla la ropa, se pregunta de qué parte de su país vendrá el bombardeo. Sobre ella también cayó una bomba. Ahora está parcialmente paralizada, ya solo puede apretar las manos de los familiares y amigos que se le acercan a darle un beso. Cada semana, llegan nuevas noticias de personas que ha muerto en su ciudad, a veces se trata de sus propios parientes. Su familia cuenta cómo a menudo ella llora y grita en sueños. “Enterradme en otra parte cuando muera. Enterradme en Siria, por favor prometedme que me enterraréis en casa” “Su mayor miedo es pensar que será enterrada en Líbano”, explica Fátima, la nieta de Dagha. Antes de su accidente, cuando aún podía hablar de forma clara dijo: "enterradme en otro sitio cuando muera". Ghetwan, 100 años. Ghetwan y su mujer llevan casados mucho tiempo. La boda se celebró hace 72 años, en plena Segunda Guerra Mundial. El conflicto de Siria no ha podido separarlos. Cuando las bombas destruyeron sus casas, huyeron a Líbano juntos. Actualmente, la pareja vive con su familia en una tienda de campaña debajo del garaje de un mecánico, al sur de Líbano. La electricidad se corta con frecuencia y, muchas noches, los bisnietos de Ghetwan se acuestan junto a él, mientras él sigue dormido –dos generaciones en el mismo espacio mal alumbrado-. El sonido del rezo llega a su casa. En ocasiones, Ghetwan cree que los sonidos provienen de su antigua mezquita en Siria. Un vecino de Ghetwan suele invitarle a sus tierras con animales para animarle y calmarle y que así, de alguna manera, pueda sentirse como en casa, como en Siria. Hamda, 106 años. Todo ha cambiado mucho desde que Hamda estuviera en Líbano hace 45 años. Su marido, con el que vivió en la ciudad del Valle de Bekaa de Bar Elias, ya ha fallecido. Ella, además ha perdido la vista y, ahora, en plena Guerra siria, se ha convertido en una refugiada. “Tal vez es bueno haber perdido la vista, quizás fue Dios quien decidió quitármela antes para que así no viera cómo destruían mi ciudad”, comenta ella desde la pequeña casa de alquiler en la que vive con su hijo pequeño y la familia de este. “Aunque la guerra termine y reconstruyamos nuestras casas, habrá muchas cosas que ya nunca podremos reconstruir. Los sirios ya nunca seremos los mismos”, explica Hamda. Saada, 102 años. Saada ha perdido mucho a lo largo de su vida –siete de sus diez hijos, su marido…, y, ahora, su casa-. Sin embargo, actualmente, vive rodeada y apoyada por su familia y vecinos en el Valle de Bekaa en Líbano, así se mantiene animada y sueña con que llegarán tiempos mejores para Siria. “Antes, nadie tenía tiempo para la guerra”, explica Saada, “nos despertábamos antes de que saliera el sol e íbamos a trabajar al campo. Al final del día acabábamos tan agotados que yo volvía dormida sobre el burro durante el camino a casa”. Al principio ella no quería dejar su casa, incluso cuando el bombardeo comenzó. Saada quería continuar con su rutina. Finalmente, su nieto la convenció para huir, pero antes le hizo prometer que si moría devolvería su cuerpo a Siria y la enterraría junto al resto de su familia. Dejar su hogar fue muy complicado: “sin la ayuda de ACNUR la mayoría de nosotros casi no tendríamos qué comer” explica Saada. “Pero necesitamos más que un plato de comida, necesitamos interactuar con otra gente, somos seres humanos y no simples números”. Bahira, 100 años. Desde una pequeña mecedora ubicada en el balcón de un cuarto piso, Bahira mira fijamente a la ciudad de Beirut en Líbano, donde se encuentra refugiada. “Siria es una obra maestra”, así describe Bahira su país, mientras echa una mirada nostálgica a las calles desconocidas de Beirut. “Uno siente su energía cuando se encuentra frente a Siria”. Bahira pregunta continuamente cuándo podrá volver a su casa. Bahira está rodeada de niños, nietos, bisnietos, ¡en ocasiones son muchos para poder contarlos! A su edad ella debería estar disfrutando de su vida junto con su gran familia, sin embargo, Bahira no deja de sufrir por su país. A pesar de todo, ella no se queja, pero su hijo la ha encontrado más de una noche llorando y gritando en su colchón. “Bahira pregunta continuamente acerca de sus parientes, y cuándo podrá volver a su casa”, explica su hijo Khaldiye, 103 años. Khaldiye conserva su foto preferida en su memoria. En ella aparecen sus hermanos gemelos junto a su madre cogidos de la mano. Aunque ambos han fallecido y la foto se perdió durante la huida de Siria, ella todavía puede verla en su recuerdo cada mañana. Khaldiye llegó a Líbano hace dos años. Lista como un lince aún recuerda y puede recitar el nombre de sus 12 hijos, 30 nietos y varios bisnietos. Actualmente vive con la familia de su hijo, a los que trata de convencer para vender su anillo de bodas y así lograr dinero para ayudarles a llegar a fin de mes, pero no se lo permiten. Su último marido era militar y diez años más joven que ella. “Todos hacían bromas sobre nosotros por la diferencia de edad, pero él me quería”, cuenta Khaldiye. Fatoumeh, 102 años. En su casa, Fatoumeh se ha convertido en una leyenda. Siempre fue la mujer más fuerte y hábil de su pueblo, a menudo superaba al resto de trabajadoras: “mis compañeras cosechaban un área, mientras yo cosechaba cuatro en el mismo tiempo”, explica Fatoumeh con una sonrisa. Huyó del norte de Siria a principios de 2013. Llegó a Líbano en un autobús junto con su hijo mayor Mohammed de 66 años de edad, la esposa de este y sus cinco hijos. Ahora está muy enferma pero los médicos no saben lo que tiene y no la pueden curar. Mohammed, su hijo, guarda en una pequeña bolsa toda la documentación de la familia. A veces saca la documentación de su padre para que su madre la vea, cuando ve su foto siempre la besa. “Mi madre siempre fue una reina, y ahora está aquí sin trono”, dice su hijo Mohammed. Saada, 100 años. Saada está acostada sobre el pequeño colchón en la casita que comparte con su hijo y la mujer de este en el Valle de Bekaa en Líbano. “¿Es la hora de rezar? ¿Ha empezado el Athan?”, estas son las únicas palabras que ella pronuncia. Ciega desde hace 14 años y casi completamente sorda, sus días se encuentran inmersos en la rutina del rezo, el comer ocasionalmente y los pensamientos nostálgicos sobre su vida en Siria. “Aquí ella vive esperando el momento de volver”, explica el hijo de Saada. “Ella reza cada día para que esto ocurra pronto”. Antes de huir de Siria con su hijo hace dos años, Saada disfrutaba paseando en la terraza de su casa. Ahora, su única actividad es levantarse para lavarse y empezar a rezar, lo hace durante cinco veces al día. Su hijo explica que Saada ya solo habla para rezar o maldecir la guerra. Tamam, 104 años. Nació en 1910. Tamam recuerda anécdotas de su juventud en Siria. Se despertaba al amanecer y se iba a trabajar en los campos. “No había enfrentamientos, pues todos comíamos lo que cultivábamos en nuestras tierras”, recuerda ella. “Todo era seguro, salíamos en medio de la noche a por madera”. Durante el último año Tamam tuvo que dejar Siria con su hijo e ir al Valle de Bekaa en Líbano. “Me preocupa mucho todo lo que está ocurriendo durante estos últimos años, mis nietos escuchan las noticias y me preguntan: `abuela, ¿qué es sunita y chiita?´ Ellos no lo entienden. En casa nunca hemos hablado de esto, nuestra familia se sentía y siente siria y eso es suficiente. Yo ya he vivido mi vida, pero ¿qué futuro les espera a mis nietos y a los niños de mi país?”, explica Tamam. Cada día aumenta el calor bajo la lona de la tienda que Taman comparte con su hijo y la familia de este en el Valle del Bekaa en Líbano. Se sientan cerca de la ventana para poder respirar un poco de aire fresco. “No sé cuánto tiempo me queda aquí, podría irme de un momento a otro”, explica ella. Khadra, 104 años. En Siria, Khadra vivía en una casa sola. Ella cocinaba, limpiaba y andaba 2 kilómetros cada día. Ella era una persona fuerte y con mucha energía. Luego llegó la guerra, arrasó su pueblo y ella se vio obligada a huir a un asentamiento en el Valle de Bekaa en Líbano. “¿Puede ver usted el interior del corazón de las personas?”, pregunta ella. “Yo no puedo ver lo que hay dentro de su corazón, así como nadie puede ver el mío, pero si pudierais, veríais un corazón negro, un corazón que llora constantemente por sus hijos y el futuro de los mismos”. Al principio de la guerra, Khadra estaba segura de que permanecería en Siria, pero, finalmente, el bombardeo la obligó a abandonar su pueblo. “Tras haber dejado su casa y haber tenido que instalarse aquí se encuentra muy triste " dice su hijo. “Nunca quiere salir de la tienda y su salud está empeorando”.