Quienes han sobrevivido a la ruta del Mediterráneo central cuentan historias de secuestros y torturas en el camino hacia Europa. Tras ser rescatados por la Guardia Costera italiana, los supervivientes hablan sobre el trabajo forzado y la esclavitud que sufren quienes intentan llegar a nuestro continente.
Después de días a la deriva en una barca en medio del Mediterráneo, Mamoudou es uno de los rescatados por la Guarda Costera italiana en la ruta del Mediterráneo central. Sentado en el Dattilo, el barco de patrulla italiano, a más de 80 kilómetros de la costa africana, este migrante guineano cuenta por lo que ha pasado hasta llegar aquí.
Secuestrado, muerto de hambre y golpeado durante 3 semanas hasta que salió de Libia, un país que recomienda evitar a los migrantes y refugiados que conviven en esta ruta.
“No podría recomendarle a nadie que entre a Libia. Morirán por nada”, dice Mamoudou, natural de Guinea.
Mamoudou se sienta entre casi un centenar de personas rescatadas por el Dattilo mientras recuerda su experiencia. En Libia, según su testimonio, refugiados y migrantes se compran y venden por cantidades tan bajas como 300 dólares. Allí corren un claro peligro de muerte. El desierto de Libia se ha convertido en una trampa mortal para la mayoría de ellos.
“Si te quedas, ellos vendrán todos los días para hacerte cosas malas. Un día, ellos te matarán”, asegura Mamoudou.
En lo que va de año, ya son más de 100.000 los migrantes y refugiados que se han adentrado en la ruta del Mediterráneo central hasta Italia. La mayoría salen desde Nigeria, Guinea, Siria, Costa de Marfil y Bangladesh hasta penetrar en la ruta más peligrosa para alcanzar el ansiado continente donde no saben lo que les deparará el futuro.
La ruta marítima es sólo el último escalón de una larga sucesión de obstáculos desde sus países de origen hasta la costa mediterránea. Al otro lado del mar, ACNUR estima que más de 1,3 millones de personas necesitan asistencia humanitaria en Libia, un país donde el acceso humanitario se encuentra restringido y se llevan a cabo detenciones de migrantes, refugiados y otras personas especialmente vulnerables a las que ACNUR quiere asegurar que se brinde protección internacional.
Lucia Guidolin es médico y voluntaria. A menudo, sale a patrullar con la Guardia Costera italiana al rescate de personas como Mamoudou, refugiados y migrantes entre quienes los que han sufrido abusos físicos y psicológicos no son una excepción sino una mayoría. Su testimonio confirma la historia de Mamoudou, un migrante guineano a quien ha podido examinar de primera mano.
Otro de los pasajeros que ha sido atendido por Lucia a bordo del Dattilo, Abdullah Touré, cuenta cómo ha sido secuestrado y torturado durante meses por una pandilla callejera en Libia hasta quedarse sordo.
“Nos amenazaban para que les diéramos dinero. Si no, nos matarían. Tomaban una pistola y disparaban justo al lado de las orejas. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum! Ahora no puedo escuchar. Así estoy aquí”.
Abdullah Touré.