La lógica habitual del mercado afirma que las empresas, ya sean de carácter público, privado o mixto, se constituyen para generar beneficios. Sin embargo, esa no es...
La lógica habitual del mercado afirma que las empresas, ya sean de carácter público, privado o mixto, se constituyen para generar beneficios.
Sin embargo, esa no es su única razón de ser. Además de las ganancias que obtienen por el desarrollo de su actividad, las empresas tienen un compromiso con el entorno en el que operan y con el desarrollo social.
A ese modelo de gestión pertenecen las empresas solidarias, que no son otras que aquellas que promueven prácticas responsables, justas y equitativas tanto dentro de ellas —con sus trabajadores— como con la sociedad en general.
Por ejemplo, independientemente de la actividad a la que se dediquen, una empresa solidaria contribuye con causas solidarias o de cooperación en entornos vulnerables, crisis humanitarias o emergencias sociales.
Lo primero que debe hacer una empresa interesada en adquirir el rótulo de empresa solidaria es incorporar a su filosofía corporativa valores afines a esta práctica, como son la cooperación, la ayuda al desarrollo, la justicia social, la transparencia y el cuidado y la conservación del medioambiente.
Plasmado esto en el plan de empresa y asumido como tal en su día a día, es preciso traducirlo en acciones concretas que pongan en práctica estos valores. Ello se puede lograr de diversas formas. Repasemos las más habituales:
Además de convertirse en un motor de desarrollo social en el entorno en el que operan, las empresas solidarias ofrecen claros beneficios:
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