Día del Orgullo LGTBI: ¿por qué se celebra? Día del Orgullo LGTBI: ¿por qué se celebra?
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Día del Orgullo LGTBI: ¿por qué se celebra?

El colectivo LGTBI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales) celebra cada 28 de junio el día del Orgullo LGTBI. A través de coloridos desfiles y actividades culturales, las personas...

25 de junio, 2019

Tiempo de lectura: 4 minutos

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El colectivo LGTBI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales) celebra cada 28 de junio el día del Orgullo LGTBI. A través de coloridos desfiles y actividades culturales, las personas LGTBI alrededor del mundo reivindican sus derechos y luchan por la igualdad y el respeto hacia el colectivo.

¿Por qué se celebra el día del Orgullo LGTBI?

El día Orgullo LGTBI se celebra porque es necesario sensibilizar, concienciar y señalar que existe un problema sin resolver pendiente en la sociedad, tal y como explica Naciones Unidas sobre los días internacionales.

En la actualidad, más de 80 países consideran un crimen las relaciones entre personas del mismo sexo y cinco las castigan con pena de muerte. Muchas personas se ven obligadas a huir tras sufrir rechazo, persecución y amenazas debido a su orientación sexual o identidad de género. Se convierten así en refugiados LGTBI.

Cada año la reivindicación se centra en denunciar el rechazo y la discriminación hacia el colectivo, así como en luchar por la legalización del matrimonio homosexual, el respeto a la identidad sexual y de género de cada persona o el establecimiento de las familias homoparentales.

Historia de la celebración del día del Orgullo

La celebración del día del Orgullo remonta su historia al mes de junio del año 1969, cuando se produjo una redada policial en el bar neoyorquino Stonewall Inn contra el colectivo homosexual. Hubo varias manifestaciones espontáneas en contra de esta redada que derivaron en disturbios. Estos sucesos se consideran el origen de la lucha del colectivo LGTBI por sus derechos.

En 1970, tuvo lugar el primer desfile del Orgullo a modo de conmemoración de lo sucedido en Stonewall el año anterior. Hubo marchas reivindicativas en las ciudades estadounidenses de Nueva York, Los Ángeles, Chicago y San Francisco. En esa época en Estados Unidos la homosexualidad era considerada un crimen que podía llegar a castigarse con entre 5 y 20 años de cárcel.

Tres historias de refugiados LGTBI

No solo las guerras provocan que miles de personas se vean obligadas a huir de sus países cada día. La persecución al colectivo LGTBI es otra de las razones por las que muchas personas huyen de sus hogares y sus países, dejando atrás su vida e incluso, en ocasiones, a familias que no aceptan su orientación sexual. Te contamos tres historias de refugiados LGTBI:

Fadi y Samer, una pareja siria en busca de asilo

Estos jóvenes de 24 y 28 años huyeron de su país cuando el hermano de Samer amenazó con matar a Fadi. Se mudaron seis veces huyendo de él. Pero su situación no mejoró después de huir: la experiencia fuera de su país no es lo que ellos esperaban. “Los miedos no se fueron, las amenazas no se fueron, aún vivimos con temor”, cuenta Samer. “Hay tanta discriminación contra nosotros por ser sirios que incluso integrarse en la comunidad LGBTI ha sido duro. Sentimos que somos diferentes”.

Daniela, una mujer trans que encontró la paz en Argentina

Desde los 10 años, Daniela sabía que era niña, no niño, aunque tardaría una década en llevar a cabo su cambio físico. Cuando se dio cuenta de que la transfobia y la homofobia en Venezuela, su país, ponían su vida en peligro, decidió hacer las maletas. Llegó a Argentina, donde tiene oportunidades de futuro y su vida está a salvo. “Sé que, si me pasa algo, acá hay leyes y se respeta mi identidad”, dice.

Amani, refugiada libia en Italia

Cuando la familia de Amani se enteró de que era lesbiana amenazó con cerrar su negocio. No tuvo apoyo económico, social ni familiar, lo que la dejó en una situación vulnerable tras la cual decidió buscar asilo en Italia. Después de pasar casi un año viviendo en un centro para refugiados e inmigrantes, Amani empezó a cocinar para otros refugiados y puso en marcha una empresa social. “Era un proyecto pequeño”, explica. “Ahora es enorme, cocinamos en muchos centros. Me gusta porque puedes hablar con la gente, puedes intercambiar conocimiento, cocina y música. Es un intercambio cultural”.

 

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