Es primera hora de la tarde pero Rudy, un sirio de 26 años, ya se prepara para entrar a trabajar en el turno de noche de un hotel en Erbil,...
Es primera hora de la tarde pero Rudy, un sirio de 26 años, ya se prepara para entrar a trabajar en el turno de noche de un hotel en Erbil, en la región del Kurdistán iraquí. Nuestro protagonista escapó de su país huyendo de la violencia. Es uno de los pocos miembros de su familia que puede contar con un ingreso estable; todos los demás, once en total, siguen viviendo en Siria, a donde envía dinero todos los meses. Para Rudy, trabajar en el hotel es un orgullo. “Este es el mejor puesto. Es porque soy bueno con los idiomas”, pero no duda que quiere volver a Siria con su familia algún día.
En el mismo territorio se encuentra el trabajo de Ronak, un hombre libre y padre de dos hijas, que trabaja con su hermano descargando camiones. Gracias a este puesto puede mantener a su familia y llevar una vida digna. “Gracias a Dios, el trabajo es bueno aquí”, nos cuenta. “Es mucho mejor que en Siria. Aquí tenemos oportunidades”.
En febrero de 2015 Simav, de 22 años, tuvo que huir de su casa en Siria a causa de la violencia que se vivía en el territorio. Ahora trabaja como vendedora de cosméticos en un centro comercial de lujo de Erbil. “Al principio fue difícil”, dice nuestra protagonista hablando de su nueva forma de vida. “El lenguaje aquí es un poco diferente del kurdo que hablamos en Siria, e incluso el estilo de vida es muy nuevo”. Para Simav, su trabajo es una oportunidad que aprovecha mientras no pueda volver a su país de origen.
Hace ocho meses Ali, de 17 años, llegó de Siria y después de estar dos meses buscando empleo tuvo la oportunidad de empezar a trabajar para una empresa de telecomunicaciones, ayudando a construir el tendido que abastecerá a varias zonas. En Siria trabajaba en la agricultura y no niega que era un trabajo mucho más satisfactorio para él, ya que le encanta disfrutar del aire libre y puro. Uno de los principales beneficios de su trabajo es que le ofrecen una vivienda en el contrato, lo que le permite ahorrar dinero para poder mandarlo a su familia. Ahora es un hombre libre.
En otro sector muy diferente trabaja Nusheen, de 27 años, que cocina en un restaurante de comida rápida que se encuentra abarrotado cada día a la hora de comer. Es originario de Qamishli y ahora vive en un campamento de refugiados de Arbat. Gracias al sueldo que gana con este trabajo, puede mantener a su familia y está seguro de que puede aportar mucho a la gastronomía local. “Cuando la gente ve sirios que trabajan aquí, ellos saben que la comida será diferente y buena”, nos cuenta. De hecho, la comida siria se ha hecho tan famosa que, según nos dice Nusheen, muchos restaurantes adoptan nombres de este territorio aunque la comida no sea exactamente de allí.
Aunque muchos no están viviendo precisamente una situación envidiable, decenas de refugiados sirios viven y trabajan en la frontera de Irak, donde han encontrado una oportunidad para salir adelante de forma legal y contar con una ayuda para mantenerse a ellos mismos e incluso a parte de su familia, que sigue en Siria luchando por sobrevivir.