Hannah Arendt hablaba de dos momentos cruciales en los años que sucedieron al fin de la Segunda Guerra Mundial: la abolición del derecho a asilo de muchos paí...
Hannah Arendt hablaba de dos momentos cruciales en los años que sucedieron al fin de la Segunda Guerra Mundial: la abolición del derecho a asilo de muchos países para los cientos de miles de personas que huían del horror y la certeza de que “era imposible librarse de ellos o transformarlos en nacionales del país que les daba cobijo”. La filósofa alemana sabía perfectamente de lo que hablaba porque ella lo sufrió en carne propia, huyendo de la Alemania nazi. Y estuvo durante muchos años en situación de apatridia, por lo que buena parte de su obra la dedicó a reflexionar sobre este tema y a proponer soluciones al respecto.
Nació en el seno de una familia judía de Linden-Limmer el 14 de octubre de 1906 y murió en Nueva York el 4 de diciembre de 1975, país que la acogió y acabó dándole la nacionalidad. En 1933, año que se instauró la persecución a los judíos en la Alemania gobernada por Adolph Hitler y tras sufrir un breve periodo en la cárcel (estuvo ocho días detenida por la Gestapo), Hannah Arendt decidió emigrar de su país ante la certeza de que su vida corría serio peligro.
Al salir de Alemania pasó por la ciudad checa de Karlovy Vary (por aquellos años, perteneciente a Checoslovaquia), siguió su ruta por las ciudades de Génova y Ginebra y acabó en París, donde permaneció ocho años. En 1937, el régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad alemana, de manera tal que quedó en condición de apatridia. En 1941, Hannah Arendt llegó a Nueva York acompañada de su madre y de su marido, tras un breve periodo en Lisboa. Diez años después, en 1951, conseguía la nacionalidad estadounidense y dejaba de ser una apátrida después de 14 años sin nacionalidad.
Sus obras sobre filosofía política y sus artículos como periodista fueron fundamentales por muchas cosas, pero sobre todo por destacar el concepto del pluralismo dentro de la teoría política. Para Arendt, el pluralismo era la condición principal para que los seres humanos alcancen la igualdad y la libertad, porque este concepto tiene en cuenta la inclusión del otro en todos los aspectos de la política: leyes, acuerdos y convenios.
No es casualidad que sea frecuentemente citada en diferentes publicaciones y artículos de Naciones Unidas, como en este que se publicó para el 70º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, donde aparece esta cita relacionada con la apatridia y procedente de “Los orígenes del totalitarismo”, un ensayo publicado en 1951: “Ser despojado de la nacionalidad es ser despojado del mundo; es como regresar a los parajes de las cavernas o de los salvajes”.
Las palabras inmortales de Hannah Arendt también aparecen con frecuencia en diferentes iniciativas vinculadas con ACNUR, sobre todo las que tienen que ver con los pedidos a los gobiernos de diferentes países para que tomen medidas contundentes para frenar la apatridia. “Ser apátrida significa estar privado del derecho a tener derechos”, escribe Hanna Arendt.
Más de 40 años después de su muerte, el mundo sigue sufriendo la violencia desmedida en diferentes países que obliga a millones de personas a huir de sus hogares para salvar sus vidas, a refugiarse en campos y a quedar a merced de tantos riesgos durante la diáspora. Y las cosas que Hannah Arendt denunciaba, lejos de atenuarse se han ido profundizando.
Por eso que su obra sigue vigente y obliga a revisitarla para entender y explicar la mayoría de las injusticias que sufren los seres humanos que se encuentran a merced de las guerras. Ella siempre dio mucha importancia a la esfera pública y al acceso libre de todos los seres humanos a la información. “Humanizamos aquello que está sucediendo en el mundo y en nosotros mismos, por el mero hecho de hablar sobre ello; y mientras lo hacemos, aprendemos a ser humanos”, escribe Arendt, acentuando lo fundamental que son la libertad y la pluralidad en una esfera pública en la que el ser humano debe ser, necesariamente, empático y solidario con las desgracias que sufren sus semejantes.
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