Biserka Vukasinovic era solo una niña cuando un soldado alemán llegó a la entrada de la casa sin puertas ni ventanas en la que se refugiaba con su...
Biserka Vukasinovic era solo una niña cuando un soldado alemán llegó a la entrada de la casa sin puertas ni ventanas en la que se refugiaba con su familia en algún lugar de la Yugoslavia ocupada. Aún recuerda cómo ese soldado la sostuvo sobre sus rodillas y empezó a llorar: “Le recordaba a la hija que había dejado atrás en Alemania”, rememora Biserka.
Cuando terminó la II Guerra Mundial, Biserka y su familia regresaron a su Gorazde natal, en el este de Bosnia, entonces una de las repúblicas de la República Federal Popular de Yugoslavia. En su ciudad natal, Gorazde, Biserka reconstruyó su vida. Creció, se casó y vivió con su marido durante 30 años en los que nunca pensó que tuviera que enfrentarse al horror de la guerra de nuevo.
Sin embargo, en los años 90, la guerra de Bosnia trajo de vuelta las viejas pesadillas ya olvidadas al continente europeo y Biserka tuvo que volver a coger los pocos bienes que pudo rescatar y repetir la misma huida que había emprendido cinco décadas antes.
El conflicto que hizo estallar por los aires a Yugoslavia había comenzado un año antes. Esta fue la sucesión de acontecimientos:
Fue durante la guerra de Bosnia cuando tuvieron lugar algunos de los episodios más oscuros y que provocaron un mayor número de muertos civiles de toda la contienda. El largo asedio a la ciudad de Sarajevo se extendió durante casi cuatro años y se convirtió en el sitio más largo de la historia moderna.
La matanza de Srebrenica ha pasado a la historia como el símbolo de la barbarie de aquella guerra. Más de 8.000 hombres y niños fueron asesinados en un genocidio por el que el militar serbo-bosnio Ratko Mladic fue condenado en 2017 a cadena perpetua por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia.
La violencia también hizo presencia en Gorazde, de donde Biserka tuvo que huir cuando padecía un grave caso de neumonía. Inició entonces una larga travesía que le llevó a Serbia, Rumanía, Hungría y Bulgaria hasta que el conflicto llegó a su fin, en 1995.
La respuesta a la guerra de Bosnia y al resto de conflictos de la ex Yugoslavia durante los 90 fue un hito fundamental en la historia de ACNUR. Por primera vez, se coordinó en plena guerra una operación de emergencia en la que se consiguió ayudar no sólo a desplazados internos y refugiados, sino también a los cientos de miles de civiles afectados por el conflicto en el marco del mayor desplazamiento humano producido desde la II Guerra Mundial.
Pero el trabajo no terminó con la Guerra de Bosnia. Los miles de desplazados volvieron a sus pueblos, en muchos casos devastados. Otros nunca pudieron regresar a sus hogares porque las heridas del enfrentamiento étnico eran demasiado profundas. La guerra de Bosnia cambió completamente el ecosistema de un país que, hasta entonces, había sido un ejemplo de convivencia entre diferentes culturas.
Tras años como desplazada interna dentro de su propio país, Biserka logró ser seleccionada para un proyecto de viviendas de ACNUR que tenía como objetivo reconstruir los hogares de personas vulnerables en Bosnia y Herzegovina en 2011.
Biserka lograba cerrar el círculo y regresar a su hogar, poniendo fin a la larga pesadilla de la violencia en Europa que, para ella, había comenzado 70 años atrás, cuando un soldado alemán la puso sobre sus rodillas y rompió a llorar recordado a su hija.
Desde el año 2009 y por iniciativa de la ONU, el día en que nació Nelson Mandela se convirtió en una jornada mundial de reflexión por la defensa...
Se estima que la guerra de los Balcanes fue el conflicto armado más sangriento desde la II Guerra Mundial, con un saldo de decenas de miles de muertes y...
Ayuda a los refugiados