Se estima que 1.300 millones de personas, es decir, 1 de cada 6 personas sufren una discapacidad importante. Por ello, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad con el objetivo de concienciar al mundo sobre las dificultades a las que se enfrentan dentro de la sociedad, en ámbitos como la vida política, económica, social y cultural.
Además, las personas con discapacidad corren dos veces más riesgo de desarrollar afecciones como la depresión, el asma, la diabetes, el ictus la obesidad o problemas de salud bucodental. Según Naciones Unidas, "las desigualdades sanitarias se derivan de las condiciones injustas a las que se enfrentan las personas con discapacidad, como la estigmatización, la discriminación, la pobreza, la exclusión de la educación y el empleo, y las barreras a las que se enfrentan en el propio sistema sanitario".
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en 2006, ha avanzado aún más los derechos y el bienestar de estas personas en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y otros marcos de desarrollo internacionales.
Cuando estas personas con necesidades especiales se enfrentan también al desplazamiento forzoso, convirtiéndose en refugiados o desplazados, las dificultades aumentan.
Omar Jadalla tomó la difícil decisión de abandonar Sudán tras años de éxito como ingeniero, participando en proyectos de gran prestigio tanto en su país como en la región. En medio del conflicto, empacó sus pertenencias con la esperanza de encontrar un lugar seguro donde reconstruir su vida y su carrera. Viajó junto a sus dos hijos, dejando a su esposa en Puerto Sudán en el momento de la huida.
Tras cruzar la frontera por Joda/Wuntau hacia Sudán del Sur, Omar se dirigió a Maban. Sin embargo, su situación se complicó cuando desarrolló una infección fúngica en el pie, probablemente causada por largas caminatas en terrenos fangosos. Como persona diabética, su condición empeoró rápidamente, y los médicos del Hospital Bunj —con el apoyo de ACNUR— se vieron obligados a amputarle la pierna para salvarle la vida en noviembre de 2024.
Aunque esta intervención fue vital y exitosa, los recortes y las limitaciones actuales de financiación amenazan con que tratamientos similares no puedan ofrecerse a otras personas en el futuro.

Las personas refugiadas que sufren algún tipo de discapacidad tienen unas necesidades muy específicas que pueden dificultar su situación. Según explica ACNUR, las personas con discapacidad que además han tenido que huir necesitan más protección y es más probable que sufran abusos sexuales, violencia, discriminación o incluso pueden llegar a ser excluidos de acceso a servicios médicos, ayuda humanitaria, educación y otros servicios.
ACNUR trabaja con comunidades de refugiados para ayudar a las personas con discapacidad e identificar los problemas a los que se enfrentan y así poder desarrollar soluciones a medida que faciliten la situación de estas personas:
En ACNUR, trabajan para garantizar que las personas que viven con discapacidad tengan acceso a servicios vitales y tengan la oportunidad de aplicar sus habilidades y capacidades para beneficiarse a sí mismos, a sus familias y a las comunidades.