¿Sabías que solo el 12% de los miembros de las academias científicas de los países son mujeres? ¿Y que las mujeres suelen recibir becas de investigación más modestas que los hombres? Estos son algunos datos de los muchos que dejan clara la desigualdad que siguen sufriendo las mujeres en muchos ámbitos, entre ellos, el científico. Por eso, sigue siendo importante celebrar días como el 8 de febrero, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia para recordar que todavía queda mucho por avanzar.
Para Naciones Unidas la igualdad de género siempre ha sido un tema central, al igual que el empoderamiento de las mujeres y niñas, que contribuirán de manera decisiva en el desarrollo económico mundial y cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Para entender el sentido de días como este es importante conocer el contexto. En diciembre de 2013, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la resolución relativa a la ciencia, la tecnología y la innovación para el desarrollo. Esta decisión se tomó tras el trabajo que la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU había realizado dos años antes, en 2011, en el que se vislumbraba el limitado acceso y participación de la mujer y la niña en los ámbitos de la educación, la ciencia y la tecnología. En dicha resolución se reconoce que el acceso y la participación plenos y en condiciones de igualdad en la ciencia, la tecnología y la innovación para las mujeres y las niñas de todas las edades son imprescindibles para lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer y la niña.
La Asamblea General declaró el 11 de febrero como el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia para reconocer el papel fundamental que desempeñan las mujeres en la comunidad científica y tecnológica. En 2015 se aprobó una resolución que justificaba la proclamación de este día y se ensalzaban las iniciativas llevadas a cabo por organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y otras organizaciones que apoyan y promueven el acceso de las mujeres y niñas en la educación, formación e investigación en los ámbitos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
Para afrontar los retos de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, que van desde mejorar la salud hasta la lucha contra el cambio climático, es esencial aprovechar al máximo todos los talentos disponibles. Esto pasa, inevitablemente, por contar con las mujeres y ampliar la reserva de investigadores con talento, creatividad y que aporten nuevas visiones. Un ámbito tan clave para la economía de los países como lo son el científico y el tecnológico no pueden seguir teniendo tanta desigualdad de género.
Naciones Unidas nos da algunos datos que dicen mucho sobre esta desigualdad:
Hablar de niñas y mujeres es también hablar de las desplazadas y refugiadas que están infinitamente más desprotegidas que las que no pasan por una huida forzosa de su hogar. Tan sólo el 5 % de las personas refugiadas y desplazadas en todo el mundo tienen acceso a la educación superior. Por eso, ayudarles para que tengan un acceso al estudio es clave para cambiar su futuro. ACNUR con su programa de becas DAFI ofrece a las personas refugiadas la oportunidad de asistir a la universidad. Aquí os dejamos la historia de Louange Koffi, una refugiada que convirtió su sueño de la infancia en realidad convirtiéndose en enfermera. Ella es de Ghana y gracias a una beca DAFI pudo trabajar en lo que siempre había querido con mucho esfuerzo y dedicación. Un ejemplo claro de la importancia de ofrecer igualdad de oportunidad independientemente del sexo o el lugar de origen.
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