La actividad humana y el cambio climático conforman una combinación que altera el curso natural del planeta tierra y atenta contra los seres humanos que necesitamos de ella...
La actividad humana y el cambio climático conforman una combinación que altera el curso natural del planeta tierra y atenta contra los seres humanos que necesitamos de ella para alimentarnos. Lo primero apunta a un aumento del rendimiento económico y a los hábitos de consumo sin tener en cuenta el medio ambiente y lo segundo responde a leyes de la propia naturaleza que el hombre no puede controlar.
Estamos asistiendo a una desertificación cada vez mayor del planeta, causada por la sobreexplotación de la tierra y una utilización inapropiada de sus recursos. Esto deriva en un estado de sequía prolongada en el tiempo y en el espacio geográfico.
Todo ello conlleva un proceso creciente de degradación de los suelos cuya calidad se ve resentida, perdiendo capacidades de brindar a los seres vivos los beneficios fundamentales para la vida.
Para el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, que se celebra cada año el 17 de junio, la ONU ha iniciado una campaña de concienciación mundial sobre este tema. El objetivo es frenar el proceso de degradación de la tierra y evitar que la sequía se propague por más sectores del planeta.
Esto ayudaría también a reducir los índices de pobreza a escala global, obtener una mejoría considerable en seguridad alimentaria y cuidar un recurso vital para la vida como lo es el agua potable.
Los números con respecto a la sequía son alarmantes. Respecto del coste que supone para la vida humana, según cifras de la ONU, se estima que hacia el año 2025 serán 1.800 millones de personas las que vivirán en zonas sin posibilidad de acceso al agua. Por otra parte, dos tercios de la población mundial no contarán con los recursos hídricos básicos, de manera tal que las acciones para frenar la sequía son urgentes.
No solo las guerras o las persecuciones políticas son causas para que las personas se vean obligadas a abandonar sus hogares. También lo son las prolongadas sequías que imposibilitan el acceso a alimentos básicos y al agua indispensable para vivir.
En Somalia, por ejemplo, sobre todo después de que las últimas temporadas de lluvia no produjeran ni siquiera el mínimo de las precipitaciones estimadas, se cree que 5,4 millones de somalíes se encontrarán en una situación crítica durante el mes de julio, en estado de emergencia alimentaria y con la necesidad de una asistencia de emergencia.
Desde principio de 2019, unas 49.000 personas han huido del país por causa de la sequía, buscando agua y comida en las zonas más pobladas. Incluso aquellos refugiados por causas políticas y de guerras que se encuentran en Somalia también se están viendo afectados por esta situación de sequía, lo cual dificulta aún más retomar el curso normal de la vida tras haber huido de sus países.
Ayuda a los refugiados