La lucha moderna por obtener un trabajo digno proviene de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX, cuando las primeras fábricas tuvieron que ceder a la petició...
La lucha moderna por obtener un trabajo digno proviene de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XIX, cuando las primeras fábricas tuvieron que ceder a la petición de miles de trabajadores (niños incluidos) y garantizar un mínimo de derechos en lo que se refería a su vinculación laboral.
A finales de ese mismo siglo, Alemania y otros países de Europa implementaron los primeros sistemas de Seguridad Social del mundo, un precedente que más adelante, en 1948, sirvió para incluir el trabajo digno como uno de los principios de la Declaración de los Derechos Humanos aprobada por la ONU.
En la actualidad, pese a los importantes avances en esta materia conseguidos durante el siglo XX, en muchas partes del mundo las personas desarrollan trabajos en condiciones indignas, mal retribuidas y que rozan la esclavitud.
La Organización Mundial del Trabajo (OIT) advierte de que, en los países en desarrollo, cerca de 840 millones de personas no ganan lo suficiente para superar junto a sus familias el umbral de los 2 dólares diarios, lo cual los sitúa muy cerca de la exclusión social y de la pobreza extrema.
Este mismo organismo señala que unos 246 millones de niños son explotados laboralmente, sobre todo en contextos marcados por la desigualdad, la pobreza y las crisis humanitarias. De ellos, 5 millones son víctimas del trabajo forzoso.
Una forma especialmente preocupante de explotación laboral es aquella que consiste en la pérdida de libertad como forma de pago de deudas contraídas, las cuales pueden pasar de generación a generación. Es una especie de trata que en los últimos años ha dejado unos 9.000 millones de dólares en ingresos.
El concepto de trabajo digno ha sido acuñado recientemente por la OIT ante la difícil situación laboral que se presenta en varios puntos del planeta. A modo de resumen, se basa en el cumplimiento de tres principios:
a) Seguridad: El trabajo no puede poner en peligro la integridad de la persona que lo realiza. Además, las empresas deben garantizar una cobertura básica en materia de Seguridad Social y riesgos laborales.
b) Libertad: El trabajo debe ser elegido libremente por cada persona. Nadie podrá imponer de forma arbitraria una actividad a otro ni mucho menos le obligará a realizarla en condiciones precarias.
c) Igualdad: El trabajador debe gozar de los derechos que le corresponden por las leyes laborales de cada país y las herramientas jurídicas internacionales. No podrá ser discriminado ni sometido a labores indignas. Accederá a la justicia sin limitaciones ni obstáculos si así lo requiere.
Según la OIT, cualquier trato que vaya en contra de estos principios de trabajo digno se considerará una violación de los Derechos Humanos.
Dado que el trabajo es el motor de cualquier sociedad, no solo en términos productivos sino de desarrollo individual, cuando está bien remunerado, es libremente elegido, igualitario y seguro se convierte en el principio fundamental para derrumbar las barreras que suponen la desigualdad y la pobreza en el mundo.
Mejorar las condiciones laborales y el acceso a un mercado de trabajo digno es uno de los retos del siglo XXI, y más cuando cerca de 150 millones de personas en el mundo se desplaza a otros países por razones laborales, lo cual equivale al 60% de las migraciones.
La actual crisis de los refugiados también pone énfasis en la necesidad de establecer medidas para mejorar las condiciones laborales y garantizar el trabajo digno para las personas refugiadas.
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