Adam Moussa, de 38 años y padre de siete hijos, es estudiante de último curso de literatura árabe en la Universidad Rey Faisal de Yamena (Chad).
Tenía 22 años cuando se vio obligado a huir de Darfur en 2004. Todavía era estudiante de secundaria. La familia acabó instalándose en el campo de Bredjing, al este de Chad.
Desde entonces, Adam ha estado muy involucrado en las iniciativas educativas del campo. Cuando se dio cuenta de la gran necesidad que había de profesores y de oportunidades de aprendizaje para los niños, empezó a impartir de manera voluntaria educación no formal a los jóvenes refugiados de 5 a 15 años.
"Sin educación, no podemos cambiar nuestras vidas ni nuestras comunidades".
Adam.
En 2007, junto con otros diez compañeros, Adam entró en un programa llevado a cabo por RET International y al año siguiente recibió un diploma que acreditaba haber cursado estudios de educación secundaria.
De 2009 a 2014, Adam trabajó como profesor de secundaria mientras aprendía francés. Fue director de la escuela de 2009 a 2012. Al mismo tiempo, se convirtió en un gran defensor de la educación en el campo de refugiados. Desde entonces, se ha ganado el apodo de "Profesor Adam".
En 2015, aprobó el examen de bachillerato chadiano, tras la integración de los refugiados en el sistema educativo nacional. A partir de ese momento, la educación superior dejó de estar fuera de su alcance. En 2016, Adam obtuvo una beca DAFI y se incorporó a la universidad. En Yamena, Adam vive junto a un grupo de universitarios. Entre ellos organizan clases de informática e inglés dos veces por semana.
“Si no estudiamos, no podemos cambiar nuestras vidas. De ahí vienen mi motivación y mi pasión”.
"Fui profesor en el campo durante casi diez años. Cuando me gradúe, me gustaría volver y empezar a dar clases de nuevo. De hecho, durante las vacaciones, vuelvo y organizo sesiones de tutoría para los jóvenes de allí. Cuando crecí en Darfur Occidental, no había escuela en nuestro pueblo. Tuve que trasladarme a un pueblo a casi 50 kilómetros de distancia para continuar mi educación. ¿Por qué? Porque si no estudiamos, no podemos cambiar nuestras vidas. De ahí vienen mi motivación y mi pasión. Por desgracia, la guerra interrumpió mi educación. Cuando llegamos a Chad, hicimos todo lo posible para ayudar a nuestra comunidad con la poca educación que teníamos. La educación es algo que se recibe y se transmite. Así es como se pueden transformar las comunidades. Nuestros padres, en su mayoría, no recibieron educación. Nuestra generación se ha enfrentado a circunstancias muy difíciles. Así que debemos hacer todo lo posible para educar a nuestros hijos. Si nos educamos a nosotros mismos, podemos dominar nuestro propio destino".