Noëlla, de 25 años, tuvo que huir de la República Democrática del Congo con su tía cuando tenía solo siete años. Se instaló en Lusaka (Zambia), donde cursó educación primaria. Cuando tenía 13 años su tía murió. Desde entonces, Noëlla ha vivido con sus primos en un hogar donde no había adultos. Todos eran niños, como ellos.
Después de graduarse en el instituto en 2014, Noëlla no pudo ir a la universidad. Se quedó en casa haciendo lo posible por generar algunos ingresos a través de trabajos esporádicos. "Solo me permitía poner comida en la mesa y mantenernos. Sabía que habría un mañana mejor. Era optimista y pensaba que un día volvería a la escuela y las cosas serían mejores para mí. Tenía que ser optimista, aunque fuese difícil", explica Noëlla.
En 2017, se inscribió en el programa DAFI y le concedieron una beca de cuatro años. Ahora, está a punto de terminar el último curso de Periodismo en Lusaka (Zambia). Es la presidenta de la asociación DAFI en Zambia y actualmente hace prácticas en los Servicios de Información y Noticias del país.
"Cuando me presenté, sabía que tenía potencial, pero estaba nerviosa porque me había quedado en casa durante mucho tiempo. Estoy muy contenta de que DAFI me brindase una oportunidad".
Noëlla.
5 %
de la población refugiada accede a la educación superior.
El 40 %
de los 7.343 estudiantes inscritos en el programa DAFI en 2020 eran mujeres.
La ambición de Noëlla desde hace mucho tiempo es hacer frente a la narrativa negativa que rodea a los refugiados. Por eso eligió estudiar comunicación.
A través de su trabajo espera transmitir una visión más optimista sobre la vida de los refugiados y empoderar a los jóvenes, pues cree que "detrás de un refugiado hay un padre, una madre y un joven capaz de contribuir al bienestar de sus comunidades, y no deben ser menospreciados ni discriminados".
"Al crecer, experimenté cierto nivel de acoso y estigmatización. En aquella época no me relacionaba con la gente tanto como ahora. En la universidad, la gente es más madura y me han aceptado por lo que soy. Estoy orgullosa de quién soy y de dónde vengo. Es importante que uno conozca sus raíces. Eso es algo de lo que me han privado e intento llevarlo lo mejor posible, aunque me produce cierta ansiedad", reconoce.
En su día a día, Noëlla presta apoyo a la gente que lo necesita. "Me encanta ayudar a la gente, especialmente a los más desfavorecidos, ya sean zambianos o no", explica. "Cuando tengo los medios para ayudar, lo hago".
"Quiero ser la voz de los que no tienen voz. La gente puede tener una mala percepción de los refugiados, pero esto es solo un estatus. Todos somos iguales como seres humanos".