“Me casé en 2016, pero nunca perdí de vista mi objetivo: volver a estudiar" “Me casé en 2016, pero nunca perdí de vista mi objetivo: volver a estudiar"

“Me casé en 2016, pero nunca perdí de vista mi objetivo: volver a estudiar"

Educación: la mejor herramienta para el cambio

Patience, de 23 años, y su hermana pequeña, Perfect, tenían 14 y 12 años cuando fueron separadas de sus padres y sus tres hermanos durante la guerra civil en Burundi. Un pastor las llevó a la frontera con Malawi y las dejó en manos de ACNUR. En 2012, las niñas fueron trasladadas al campo de refugiados de Dzaleka, el único del país.

Allí Patience y su hermana se matricularon en la escuela y fueron alumnas destacadas. Las dos terminaron la escuela secundaria en un colegio fuera del campo, pero debido a la falta de oportunidades para seguir estudiando tuvieron que volver al campo de Dzaleka. "La vida en el campo era difícil. No teníamos a nadie que nos cuidara. Al final me casé en 2016, pero nunca perdí de vista mi objetivo: volver a estudiar", dice Patience.

5 %

de la población refugiada accede a la educación superior.

El 40 %

de los 7.343 estudiantes inscritos en el programa DAFI en 2020 eran mujeres.

Estudiar, a pesar de todo

"En 2019, cuando salió la convocatoria de la DAFI, me presenté inmediatamente y fui aceptada. A pesar de que mi esposo no estaba a favor en ese momento y de que mis hijas sólo tenían un año y medio y un mes de edad, me armé de valor para ir. Tenía el objetivo de completar mis estudios. Estaba muy ilusionada", cuenta.

Patience es hoy estudiante de informática en la Universidad DMI San Juan Bautista de Lilongwe (Malawi) gracias a una beca DAFI. Está casada y tiene dos hijas pequeñas. Se matriculó en la universidad de Lilongwe en junio de 2019, tras cuatro años sin estudiar.

"Creo en mí misma y tengo que seguir mi propio camino"

"Mi marido se dio cuenta de que la educación puede suponer un cambio para nosotros, podemos construir un futuro mejor para nuestros hijos", explica.

La vida para Patience no es fácil. Se desplaza una media de tres veces a la semana para ir al campus (lo que le lleva entre una hora y una hora y media cada trayecto). Aunque estudia Informática, no tiene ordenador.

"Quiero que mis hijos estudien. Lo que me pasó a mí no puede pasarles a ellos. Espero que vayan a una buena escuela y construyan un futuro mejor. Pero aquí, en Malawi, la situación es difícil para los refugiados. Es imprevisible", asegura Patience.

"Nuestra madre nos animaba a estudiar. Yo era muy brillante en la escuela y siempre he estado decidida a hacer lo que fuera necesario para salir adelante. No podía dejar que el hecho de ser huérfana definiera mi futuro. Creo en mí misma y tengo que seguir mi propio camino", comenta.

"Las mujeres deben poder tomar sus propias decisiones y mantenerse firmes en sus elecciones, a pesar de todos los retos y obstáculos que tengan que superar. Con educación y formación pueden lograrlo", concluye.

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