Aunque ha habido progresos significativos, casi la mitad de los niños refugiados siguen sin escolarizar. La reducción en la ayuda humanitaria amenaza con revertir años de esfuerzo. A pesar de los logros conseguidos en la última década para garantizar el acceso a la educación de las personas refugiadas, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) advirtió esta semana que los recortes en fondos de ayuda humanitaria y al desarrollo están comprometiendo seriamente esos avances. En el Informe Anual sobre Educación de Personas Refugiadas 2025, ACNUR destaca tanto los progresos como los desafíos críticos que aún persisten.
Durante los últimos años, se ha observado un incremento en las tasas de matriculación de niños y jóvenes refugiados en todos los niveles educativos. Uno de los avances más significativos se dio en la educación superior, donde la tasa de matriculación aumentó del 7 % al 9 %, un paso hacia el objetivo global del 15 % fijado para 2030. Las tasas de matriculación en preescolar y primaria también han aumentado, del 37 % al 42 % y del 65% al 67 %, respectivamente. En cambio, la cifras de la educación secundaria han bajado del 42 % al 37%.
“El valor de la educación es indiscutible. La consideramos un derecho humano fundamental”, recordó Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. En el prólogo del informe, subrayó que, aunque los logros son motivo de celebración, “aún queda mucho por hacer” y advirtió que los retrocesos podrían ser devastadores.
A finales de 2024, se estimó que más de 12,4 millones de niñas y niños refugiados estaban en edad escolar, pero el 46 % de ellos —unos 5,7 millones— no estaban escolarizados. A pesar del crecimiento en el número de matriculados, el aumento constante de la población desplazada está superando la capacidad de respuesta de los sistemas educativos de los países de acogida.
“Se han hecho enormes esfuerzos para aumentar la matriculación en todos los niveles para las personas refugiadas. Pero aún queda mucho por hacer”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
El informe señala múltiples obstáculos estructurales que limitan el acceso a la educación para los refugiados: desde limitaciones legales, planes de estudio nuevos y barreras lingüísticas, hasta la falta de reconocimiento de estudios previos, escasez de recursos y limitaciones económicas. Estas dificultades afectan especialmente a las niñas refugiadas, aunque se han registrado ligeros avances en paridad de género, especialmente en educación primaria y secundaria.
“El acceso a la escuela para niñas y niños refugiados aún está lejos de ser equitativo”, señala el documento, que también menciona los esfuerzos de algunos países para reducir esta brecha. Sin embargo, alcanzar la igualdad de oportunidades educativas sigue siendo un objetivo lejano.
En muchos casos, la falta de datos confiables sobre los resultados de aprendizaje entre estudiantes desplazados también representa un serio obstáculo. Para abordar esta brecha, ACNUR llevó a cabo evaluaciones específicas en Mauritania y México durante 2024, cuyos resultados resaltan la necesidad urgente de mejorar el aprendizaje básico con enfoques inclusivos y adecuados para cada edad.
Una de las preocupaciones centrales del informe es el impacto de los recortes presupuestarios en ayuda humanitaria y desarrollo, que amenazan con frenar (o incluso revertir) los logros educativos alcanzados. Aunque los datos recopilados en el informe aún no reflejan plenamente los efectos de esta crisis financiera, se anticipa que sus consecuencias serán visibles en los informes de 2026.
“La educación no solo es una herramienta de protección”, recuerda ACNUR, “sino un motor de autosuficiencia y desarrollo sostenible”. El acceso a la educación protege a los menores refugiados del trabajo infantil, del matrimonio forzado, del reclutamiento en grupos armados y de múltiples formas de violencia y exclusión.
A pesar del panorama global preocupante, el informe también destaca ejemplos de progreso, especialmente en las Américas. En países como Colombia y Ecuador, la respuesta estatal y la cooperación internacional han sido clave para mejorar las tasas de matriculación de estudiantes venezolanos desplazados.
En Colombia, la matrícula de refugiados venezolanos en primaria pasó del 48 % en 2019/20 al 99 % en 2024. En secundaria, la tasa aumentó del 30 % al 66 % en el mismo período. Ecuador también mostró una evolución positiva: la matrícula en primaria creció del 29 % al 78 %, y en secundaria del 15 % al 49 %.
Estos logros se atribuyen a políticas públicas inclusivas, al fortalecimiento de plataformas regionales como el Proceso de Quito y al trabajo coordinado de agencias de la ONU, organizaciones de la sociedad civil y gobiernos locales.
El número total de personas desplazadas por la fuerza en el mundo superó los 123 millones a finales de 2024, de los cuales 31 millones son refugiados bajo el mandato de ACNUR. De estos, el 41 % son menores de 18 años. Cada año nacen más de 330.000 niños refugiados, lo que indica que las crisis se están prolongando y complicando cada vez más.
Frente a esta realidad, el llamamiento del Alto Comisionado es claro: “No debemos rendirnos”. La educación para las personas refugiadas es una inversión vital no solo para su futuro individual, sino también para el de las sociedades que los acogen. Invertir en educación no puede ser un lujo ni una decisión opcional.
Desde ACNUR, se trabaja en tres objetivos estratégicos para la Educación de las Personas Refugiadas 2030 que son los siguientes:
“Garantizar que los refugiados puedan aprender es vital para su futuro… y para el nuestro”, concluye ACNUR en su informe. Asegurar su derecho a la educación es una promesa que el mundo no puede permitirse romper.
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