Las familias canadienses que dan su ayuda a Siria

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Mohammad, Sahar y sus cuatro hijos esperan pacientes a que salga su vuelo de 13 horas con destino a Canadá. Esta familia de refugiados sirios nunca había montado en avión antes, pero todos ellos están seguros de que su primer trayecto de este tipo les cambiará la vida.

Detrás de ellos quedan meses de sufrimiento, desde su salida de Homs hasta su estancia en Líbano. La guerra ha hecho que tengan la necesidad de huir de su hogar para encontrar un sitio donde no temer por sus vidas. Hoy, gracias a la ayuda de los canadienses a los sirios, empiezan una nueva vida a miles de kilómetros de su casa.

La familia no sabe mucho de Canadá, pero están seguros de que es un país pacífico donde sus podrán crecer seguros y felices. Después de todo lo que han pasado, los conflictos, las noches sin dormir y las largas jornadas de viaje, para ellos es más que suficiente.

La llegada a Canadá

UNHCR/Jimmy Jeong

Por fin ha llegado el momento. Las puertas de cristal del aeropuerto de Kelowna, en British Columbia, se abren, y cuatro intérpretes de lengua árabe les dan una calurosa bienvenida. Forman parte de un grupo de voluntarios que llevan preparando su llegada durante semanas para que se sientan lo más cómodos posible. La familia ha tenido la suerte de contar con un patrocinio, que consiste en que un grupo de ciudadanos se ofrece, de manera privada, a asumir los costes de su reasentamiento, previo consentimiento del Gobierno de Canadá.

Los grupos de patrocinio se encargan de buscar una forma de que los refugiados empiecen una nueva vida. La vivienda, por supuesto, es una de sus principales preocupaciones; por eso buscan un lugar asequible y seguro del tamaño adecuado y que esté próximo al centro de patrocinio. Su objetivo final es que ni Mohammad ni Sahar ni sus hijos necesiten su ayuda: que llegue un momento en el que puedan valerse por sí mismos. Pero para ello todavía queda un largo camino, como aprender su nueva lengua.

El grupo de apoyo que ayuda a esta familia surgió por iniciativa de Giogia Morris, que después de ver escenas de sufrimiento en la televisión buscó una solución a su alcance. Su primer objetivo fue buscar un grupo de al menos cuatro adultos canadienses para poder firmar una garantía económica. Profesionales, hombres de negocios o incluso amigos se ofrecieron para ayudar. Pronto, el movimiento se hizo imparable. Amigos y desconocidos hacían de voluntarios o donaban dinero para ayudar a Mohammad, Sahar y sus hijos, y siguen trabajando para que se adapten a su nueva vida cuanto antes.

UNHCR/Jimmy Jeong

Gracias a estas iniciativas privadas, cientos de refugiados tienen la oportunidad de empezar de cero. Estos grupos se encargan de buscar financiación para conseguirles una vivienda, encontrarles trabajo y, en definitiva, lograr que se adapten a su nueva vida. A Mohammad y su familia todavía les queda mucho camino por recorrer, pero al menos han encontrado un lugar donde no temen por su futuro y donde pueden desarrollarse como personas.