Tu rutina diaria puede ser ir a trabajar o a estudiar, quedar con amigos o salir a cenar con tu pareja, pero hay lugares en el mundo donde, para una...
Tu rutina diaria puede ser ir a trabajar o a estudiar, quedar con amigos o salir a cenar con tu pareja, pero hay lugares en el mundo donde, para una mujer, realizar todos estos actos tan sencillos y cotidianos supone un peligro, porque corre el riesgo de verse sometida a violencia y discriminación extremas, lo que la obliga a abandonar su país de origen y convertirse en una mujer refugiada o desplazada. ¿Sabes a qué problemas se enfrentan estas mujeres y cómo las ayuda ACNUR?
En algunos países, actos tan habituales como ir a por agua o ir al baño pueden poner a una mujer en riesgo de sufrir una violación o un abuso. Para una mujer refugiada o desplazada, este problema es aún mayor, porque es especialmente vulnerable; muchas de las mujeres que se encuentran en esta situación viajan solas, están embarazadas, tienen alguna discapacidad o son de edad avanzada. De hecho, durante los desplazamientos, tanto internos como a otros países, las mujeres son especialmente susceptibles de sufrir violencia o ser víctimas de la trata de personas.
Por lo tanto, la ayuda y la solidaridad hacia las mujeres refugiadas o desplazadas son fundamentales para protegerlas. ACNUR trabaja para que las mujeres tengan un lugar seguro donde alojarse o instalaciones sanitarias separadas. Además, ACNUR administra programas para mejorar el liderazgo de las mujeres y fomentar que tengan acceso a la educación y a oportunidades laborales.
Conocer de cerca historias reales de mujeres refugiadas nos ayuda a sensibilizarnos y a tener una perspectiva más amplia de la gravedad de la situación. Las mujeres refugiadas no son cifras, son personas a las que hay que poner nombre y apellidos, y cuya historia vital puede despertar muchas conciencias.
Sufia es un ejemplo de superación diaria y de lucha por su familia. El esposo de Sufia fue asesinado en una aldea de Myanmar y ella huyó a Blangladesh, donde saca adelante a sus cinco hijos y a un nieto. Su principal reto es poder alimentar a su familia. Sufia y su familia viven gracias a la solidaridad de las ONG y de algunos vecinos.
Durante más de 20 años, Fadumo no supo si su hija estaba viva o muerta. Fadumo y su esposo vivieron en Mogadiscio (Somalia) durante 17 años y, debido a los problemas en el vecindario, decidieron desplazarse a Siria en 2008, donde, tres años después, empezó la guerra. La pareja perdió el contacto con su hija Fátima desde 1991, cuando dejó Mogadiscio, hasta que en 2010 supieron que Fátima había sido refugiada en Inglaterra. Una llamada telefónica, llena de emoción y de alegría, los unió de nuevo. Fátima y su hijo Alí han logrado, finalmente, reunir a la familia en Inglaterra.
Estas historias muestran la cruda realidad de mujeres que no se rinden y que luchan a pesar de las circunstancias por sacar su vida y la de los suyos adelante.
Ayuda a los refugiados