Las dificultades para muchos refugiados no acaban cuando llegan a un lugar de acogida o un tercer país. A veces este solo es el principio del camino. Para que...
Las dificultades para muchos refugiados no acaban cuando llegan a un lugar de acogida o un tercer país. A veces este solo es el principio del camino.
Para que logren sobreponerse a su condición, es necesario que en dichos lugares tengan acceso a una serie de recursos y que se garanticen los derechos de los refugiados que han sido reconocidos por las Naciones Unidas.
Dos de los más importantes son la integración social y el empleo, pues de alguna manera les ayudan a reconstruir sus historias de vida y las de sus familias y les permiten encontrar medios de supervivencia en el lugar al que han llegado.
La vivienda y la alimentación son necesidades urgentes. Sin embargo, a medio o largo plazo también es preciso contar con posibilidades de empleo, que a fin de cuentas es una herramienta esencial para poder vivir de manera independiente y para sentir que forman parte de la sociedad a la que han llegado.
O dicho de otra forma: no puede hablarse de integración social sin empleo, pues el trabajo es una forma de integración. Gracias a él, entablamos relaciones y nexos con las personas y comprendemos mejor nuestro entorno.
Consciente de la estrecha relación que existe entre integración social y empleo en el caso de los refugiados, ACNUR apoya múltiples iniciativas que buscan justamente la inserción laboral de miles de personas que han huido de la violencia y ahora intentan abrirse camino en un país de acogida.
Algunas de las más recientes tienen lugar en Brasil, país que ya es socio estratégico de este organismo en lo que se refiere a la atención de casi 4.500 refugiados en los últimos años, especialmente de origen sirio, africano y latinoamericano.
Entre otras cosas, la ley brasileña de trabajo garantiza a estas personas la emisión de una tarjeta de empleo y que las empresas que quieran contratarles sigan los requisitos establecidos de antemano: tres meses de contrato temporal y, si superan ese plazo, el derecho a recibir el resto de beneficios laborales. ACNUR los acompaña en todo este proceso.
Algo similar ocurre con los refugiados centroafricanos que han huido a Camerún por culpa del conflicto armado que tiene lugar en su país. Un buen número de ellos vive en los campos de refugiados construidos para darles la atención necesaria. Sin embargo, otra proporción significativa ha preferido establecerse en ciudades como Meiganga y Adamawa, donde luchan por sobrevivir día tras día gracias a comercios y empleos informales.
Pensando no solo en su supervivencia sino también en su integración social, ACNUR les ayuda con una serie de préstamos para poner en marcha sus ideas de negocio, sobre todo a aquellas personas que están en situación de vulnerabilidad.
En otros casos se les brinda formación sobre diversos oficios y se les ayuda a encontrar empleos que favorezcan su integración social.
Si el empleo es fundamental para la integración social en cualquier circunstancia, lo es mucho más cuando se trata de personas refugiadas que han huido de su hogar sin apenas recursos. Es necesario garantizar ambos para ayudarles a hallar nuevas herramientas para su autosuficiencia y la reconstrucción de sus vidas.
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