El pasado verano, las imágenes de cientos de miles de personas tratando de cruzar a marchas forzadas la frontera entre Myanmar y Bangladesh aparecieron en los medios de todo...
El pasado verano, las imágenes de cientos de miles de personas tratando de cruzar a marchas forzadas la frontera entre Myanmar y Bangladesh aparecieron en los medios de todo el mundo. Aunque se trataba de un conflicto longevo, la situación de los rohingyas alcanzó la categoría de crisis humanitaria en pocas semanas.
Desde el 25 de agosto de 2017, más de 700.000 refugiados han cruzado la frontera entre ambos países. La mayoría se han instalado en Cox's Bazar, en el lado bangladeshí de la frontera. Allí han sobrevivido durante casi un año gracias a la ayuda humanitaria.
Hoy en día, su situación sigue siendo de alto riesgo por la falta de alimentos y el peligro de brote de enfermedades infecciosas. El monzón tropical no ha hecho sino hacer la situación más complicada. Muchas estructuras básicas han quedado destruidas y muchos refugiados han tenido que ser reasentados.
La situación de los rohingya no es nueva. Esta minoría étnica asentada en el norte de Myanmar ha sido víctima de persecución en numerosas ocasiones a lo largo de la historial. En los años 70 se produjo el primer gran éxodo de rohingyas hacia Bangladesh. Miles de personas cruzaron la frontera en busca de un lugar seguro.
Sin embargo, las cifras de refugiados alcanzados entonces no se acercaron a las provocadas por los ataques de agosto de 2017, cuando cientos de miles de familias rohingya huyeron con lo poco que pudieron salvar de sus hogares. Poblaciones enteras quedaron deshabitadas.
Los campamentos de refugiados existentes desde los años 70 pronto se vieron completamente desbordados. Los recién llegados contaban historias de ejecuciones y destrucción generalizada de sus propiedades. Muchos habían pasado por una dura travesía a través de selvas, montañas o en rudimentarias embarcaciones por el mar.
Organizaciones internacionales como ACNUR tuvieron que actuar en pocos días para hacer frente a la enorme crisis humanitaria. Miles de personas cruzaban al día la frontera y había una carencia generalizada de materiales básicos. En aquellos primeros días, una lona de plástico, un colchón o una mosquitera se volvieron necesidades básicas que se tuvieron que adquirir en muy poco tiempo.
Superada la situación crítica de las primeras semanas, ACNUR comenzó a trazar un plan de ayuda humanitaria a un plazo más largo. Hasta finales de 2018, se han trazado cuatro grandes objetivos:
A través de la colaboración con el gobierno bangladeshí , ACNUR pretende construir una red de protección entre los refugiados. Aunque la solución de la situación de los rohingya en Myanmar requerirá mucho más tiempo, el objetivo es que los refugiados puedan tener una vida digna por el momento.
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