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Las inundaciones del pasado mes de octubre en la región sursudanesa de Maban, en el Alto Nilo, obligó a que muchas personas tuvieran que ser evacuadas y a que...

30 de diciembre, 2020

Tiempo de lectura: 4 minutos

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Las inundaciones del pasado mes de octubre en la región sursudanesa de Maban, en el Alto Nilo, obligó a que muchas personas tuvieran que ser evacuadas y a que se pusiera en marcha un operativo de ACNUR para asistir a las víctimas. Un desastre natural en el que el agua destrozó carreteras y miles de viviendas, además de arrasar cultivos y ganado. Hasta los pozos de agua se inundaron y se contaminaron, comprometiendo la seguridad de la población y destruyendo el 45% de las letrinas.

Al estado de emergencia provocado por este desastre natural en Sudán del Sur se suma un conflicto armado que continúa sin resolverse. La petición de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU del 20 de octubre pasado a los líderes políticos de Sudán del Sur de implementar el acuerdo de paz firmado en 2018 aún espera respuesta. Al respecto, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, se pronunció recientemente asegurando que “el pueblo de Sudán del Sur ansía una paz duradera” y “únicamente una solución política podrá poner fin a esta crisis y aliviar a quienes se han visto obligados a desplazarse una y otra vez”.

Mientras tanto, los enfrentamientos en el país siguen su curso, agravando la situación de miles y miles de personas desplazadas por la guerra.

Mujeres refugiadas que salen adelante

A la poeta Bigoa Chuol, la guerra en el sur del antiguo Sudán le marcó su vida para siempre y encontró refugio en la literatura para expresar lo que siente. Ella nació en 1991 en Addis Abeba, después de que su familia huyera de la que era, por aquel entonces, el Sudán unificado.

Su obra poética está marcada por toda esta sensación de desarraigo y el exilio provocado por la guerra. “Creo que siempre he tenido la necesidad de escribir”, reconoce Bigoa, además de explicar en qué se basa su poema “Agua de nacimiento”, escrito durante un retiro para escritoras sursudanesas organizado por OXFAM en Uganda: “Explora la experiencia de ser sursudanesa. Cuando lo pienso, el hecho de haber sido refugiados y a una edad muy temprana es casi como acceder a un nuevo caos”.

Otra mujer refugiada de Sudán del Sur, Queen Chandia, ha conseguido montar una granja de cultivo de arroz en Uganda, donde da de comer a 22 niños y niñas refugiados que están a su cargo.  “Dios vio que mi corazón está hecho para ser madre. Quizá sea esa la razón por la que me envió a todos estos niños y niñas”, comenta esta mujer, que es una de las miles y miles de personas que han tenido que huir de Sudán del Sur por la violencia creciente y constante de un conflicto armado que sigue sin resolverse.

Situación de Sudán del sur hoy

Masacres, bombardeos, casas destruidas y hambre. Todo esto ha generado el desplazamiento forzado de miles de personas que huyen a pie y caminan durante días, buscando refugio y alimento.

ACNUR y sus socios han conseguido asistir a diez campos de refugiados en los países limítrofes, pero las necesidades siguen siendo muy grandes y un 20% de estas personas que huyen están en serio riesgo de morir por desnutrición.

Después del fallido golpe de estado del ex vicepresidente Riek Machar, la violencia en Sudán del Sur ha sido una constante desde su independencia en 2011 hasta hoy. Uganda, Kenia y Etiopía son los principales países en donde buscan refugio los desplazados sursudaneses.

El gran conflicto estalló en 2013, provocando más de 4 millones de desplazados, de los cuales el 81% eran mujeres y niños y el 65% eran menores de edad.  En total, Sudán del Sur hoy tiene a 2,3 millones de sus habitantes viviendo en el exilio y a 1,9 millones como desplazados internos.

La crisis de refugiados provocada por la guerra de Sudán del Sur es una de las más grande en todo el mundo. Con el agravante de que a la falta de alimentos y de agua potable se suman los riesgos de epidemias por hepatitis y malaria. “Hemos recibido esterillas, mantas, mosquiteras y lonas de plástico de ACNUR. Necesitamos alimentos y atención médica para nuestros niños”, asegura Rebecca Ajuot, una sursudanesa refugiada que también afirma que las necesidades son aún grandes y, pese a que ACNUR ha estado trabajando en la zona desde el inicio del conflicto y continúa haciéndolo, la ayuda de todos es fundamental.

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