La 30ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) presidida por Brasil, se está celebrando en la ciudad de Belém del 6 al 21 de noviembre. Líderes mundiales, científicos, organizaciones humanitarias y representantes de la sociedad civil se reúnen para definir medidas urgentes que mantengan el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C y refuercen los compromisos financieros asumidos en conferencias anteriores. La cita en la Amazonia, uno de los pulmones del planeta, simboliza la interconexión entre la protección ambiental, la justicia climática y la supervivencia humana.
António Guterres, Secretario General de la ONU, llega a esta cumbre con un contundente mensaje: “Esta COP debe marcar el inicio de una década de aceleración y resultados”.
Naciones Unidas advierte que los desastres climáticos han provocado 250 millones de desplazamientos en la última década, mientras millones de personas refugiadas y desplazadas enfrentan condiciones extremas.
En paralelo al inicio de la cumbre, ACNUR presentó un nuevo informe que describe una realidad alarmante: los desastres relacionados con el clima (sequías, inundaciones, olas de calor…) han causado unos 250 millones de desplazamientos internos en los últimos diez años, una media de 70.000 personas al día (2 desplazamientos cada 3 segundos).
A mediados de 2025, 117 millones de personas en todo el mundo estaban desplazadas por la guerra, la violencia o la persecución, y de ellas, tres de cada cuatro viven en países con alta o extrema exposición a riesgos climáticos.
“Las condiciones meteorológicas extremas están interrumpiendo el acceso a los servicios esenciales, destruyendo hogares y obligando a las familias —muchas de las cuales ya han huido de la violencia— a huir una vez más”, advirtió el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, desde Belém. “Se trata de personas que ya han sufrido pérdidas inmensas y que ahora se enfrentan a la devastación. Se encuentran entre los más afectados por las graves sequías, las inundaciones mortales y las olas de calor sin precedentes, pero son los que menos recursos tienen para recuperarse”.
En zonas como Chad, la población refugiada que llega huyendo de la guerra en Sudán reciben menos de 10 litros de agua al día, por debajo de los estándares de emergencia. Según ACNUR, los campos de refugiados más calurosos del mundo (situados en Gambia, Eritrea, Etiopía, Senegal y Malí) podrían enfrentar hasta 200 días de estrés térmico peligroso al año para 2050, lo que amenaza con volverlos inhabitables por la combinación letal de calor extremo y alta humedad.
El informe también advierte que el 75% del suelo africano está degradado, y que más de la mitad de los campos de refugiados del continente se encuentran en áreas de alto estrés ecológico. La falta de agua, alimentos e ingresos impulsa en algunos lugares el reclutamiento por parte de grupos armados, reforzando un ciclo de violencia y desplazamiento.
A pesar de las crecientes necesidades, los países que acogen a personas refugiadas solo reciben una cuarta parte de la financiación climática que necesitan, denuncia la ACNUR. Grandi fue tajante: “Los recortes de financiación están limitando gravemente nuestra capacidad para proteger a las personas desplazadas de los efectos del clima extremo”.
Foto: © ACNUR/Santi Palacios.“Para evitar nuevos desplazamientos, la financiación climática debe llegar a las comunidades que ya viven al límite. No podemos dejarles solos. Esta COP debe dar lugar a medidas reales, no a promesas vacías”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
El informe de ACNUR hace un llamamiento a los gobiernos y a las instituciones financieras internacionales para incluir a las comunidades desplazadas en los planes nacionales sobre el clima, invertir en resiliencia y garantizar que la financiación llegue a las personas más afectadas.
Los datos son claros:
ACNUR señala que las comunidades desplazadas y de acogida pueden ser agentes de resiliencia, pero solo si se les da apoyo y voz en las decisiones que afectan su futuro. Sin embargo, la mayoría de los planes naciones sobre el clima pasan por alto a la población refugiada y desplazada. “Esta COP no puede limitarse a promesas vacías; debe traducirse en acciones concretas que salven vidas”, señaló Grandi.

El encuentro en Belém busca transformar las promesas en acciones: los países debatirán nuevos planes nacionales de acción climática, mecanismos para movilizar 1,3 billones dólares anuales en financiación climática, y medidas para garantizar una transición justa hacia economías más sostenibles.
La COP30 llega en un momento decisivo. Los científicos advierten que el planeta podría superar temporalmente el límite de 1,5 °C fijado en el Acuerdo de París si no se acelera la reducción de emisiones. Para limitar el calentamiento a 1,5 °C se necesitaría una reducción de emisiones del 60 % en 2030, mientras que los planes vigentes solo plantean alrededor del 10 %. A pesar de esto, en la apertura de la cumbre hubo optimismo: 113 países, que suman el 69 % de las emisiones globales, presentaron nuevos planes.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, inauguró la cumbre con un mensaje claro: “El cambio climático no es una amenaza del futuro, sino una tragedia del presente”. Lula calificó esta conferencia como “la COP de la verdad”, alertando sobre el peligro de la desinformación y el negacionismo que “siembran odio y atacan a la ciencia”.
El secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, Simon Stiell, subrayó que los acuerdos alcanzados durante las últimas cumbres han comenzado a doblar la curva de emisiones, aunque reconoció que “aún queda mucho trabajo por hacer”.
Stiell recordó que ningún país puede enfrentar la crisis climática de forma aislada: “Ningún plan nacional por sí solo resolverá el problema. Ningún país puede soportar el costo de desastres que reducen su producto interno bruto. Ya existen soluciones, es imperdonable no aplicarlas”.
Entre los objetivos de la conferencia destacan la aprobación de 100 indicadores globales para medir la adaptación, la movilización de fondos para los países más vulnerables y la implementación del Programa de Transición Justa, que busca evitar que las políticas climáticas agraven la desigualdad.
Mientras Belém se convierte en epicentro de la diplomacia climática, el mensaje que une a los líderes y a las agencias humanitarias es uno solo: no hay tiempo que perder.
Con la selva amazónica como escenario y millones de vidas en riesgo, la COP30 representa más que una cumbre ambiental: es una prueba de solidaridad global frente a una crisis que ya es humanitaria.
“El límite de 1,5 °C es una línea roja para la humanidad. Mantenerlo a nuestro alcance no es solo una cuestión científica, es una cuestión de supervivencia”.
António Guterres, Secretario General de la ONU.