Refugiados en el turno de tarde Refugiados en el turno de tarde

Refugiados en el turno de tarde

12 de febrero, 2019

Tiempo de lectura: 3 minutos

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Líbano es un país tan pequeño como Asturias y el hogar de más de 6 millones de personas. 1,5 millones de ellos refugiados huidos de la guerra en Siria y 450.000, niños sirios en edad escolar. Para poder escolarizar a gran parte de ellos, 350 colegios del país han organizado un turno extra cada tarde para los refugiados. Aun así, más de la mitad siguen sin poder ir al colegio.

Los estudiantes del segundo turno

350 escuelas de todo el país concentran dos días de clase en uno para que 150.000 niños refugiados sirios aprendan matemáticas, lengua o historia. Son los estudiantes del turno extra, el de la tarde, donde más de 1.600 niños sirios van a clase cada día en el valle libanés del Bekaa. Rodeada de campos de hortalizas y cereales, la escuela Bar Elias es una de las 350 que cuenta con un segundo turno para los refugiados. El sistema consiste en concentrar dos jornadas escolares en una, permitiendo proporcionar educación a 150.000 niños refugiados sirios.

En la escuela Bar Elias, 770 alumnos sirios asisten a este turno de tarde distribuidos en aulas de 35 alumnos. El programa, los materiales y la mayoría de los profesores son los mismos que en las clases matinales.

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Casi medio millón de niños refugiados en Líbano

A pesar de su pequeño tamaño, Líbano acoge a casi un millón de refugiados sirios, de los que 490.000 son niños en edad escolar, entre 3 y 18 años. Apenas la mitad de ellos acude a clase. Algunos, por las mañanas junto a los alumnos libaneses, otros en el segundo turno creado por las tardes.

La otra mitad forma parte de la brecha educativa de los niños y niñas refugiados.

“Todavía recuerdo cómo decapitaban a personas en mi ciudad”

A sus 13 años, Moaed es uno de los alumnos del turno de tarde. Huyó de Siria hace cuatro, escapando de los extremistas que controlaban la ciudad de Raqqa. “Todavía recuerdo como decapitaban a las personas en mi ciudad. Lo vi con mis propios ojos. Es algo que no consigo olvidar”, cuenta Moaed.

Al poco de llegar a Líbano, Moaed se enteró de que podía matricularse en la escuela pública libanesa y obtener un certificado reconocido en Siria: “Estaba entusiasmado desde el primer día. Estuve dos años sin ir a clase por culpa de la guerra. Debería estar en el séptimo curso, pero estoy en el quinto”.

Aunque la escuela está funcionando a pleno rendimiento para escolarizar al mayor número posible de refugiados sirios, no da para todos los que lo solicitan: “Como la escuela está en una zona con una población numerosa de refugiados sirios, tenemos lista de espera”, cuenta el director.

Refugiados de hoy, doctores e ingenieros de mañana

ACNUR facilita libros y mobiliario, financia la rehabilitación y la ampliación de colegios que abren sus puertas a refugiados sirios, da asistencia financiera directa a las escuelas y pone en marcha programas para fomentar la matriculación de niños sirios: clubes de tareas escolares, grupos para participación de padres y voluntarios que hacen de enlace entre escuelas, alumnos y padres.

Moaed trabaja duro en matemáticas, quiere convertirse en ingeniero. Para su profesor, su capacidad y su entusiasmo son típicos entre los refugiados: “Tenemos alumnos muy inteligentes. Tienen buenas notas y aprenden rápido. Los estudiantes sirios tienen grandes esperanzas. A pesar de la difícil situación en la que se encuentran, algunos quieren ser ingenieros y otros quieren ser médicos. A veces, el campamento está lejos de la escuela, pero insisten en venir”.

Su profesor confía en que, cuando puedan regresar a su país, los niños del turno de la tarde aprovechen lo que han aprendido: “Gracias a esta educación podrán construir algo en el futuro. Les explicarán a sus hijos que hubo una época en la que eran refugiados en Líbano porque había guerra, pero tenían ambiciones y pudieron hacerlas realidad”.

Cambia hoy el mañana de un niño que ha tenido que huir de la guerra

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