A Maymun le gustaba correr y jugar al fútbol en las calles de Mogadiscio. Sus habilidades le valieron una medalla y una gorra en un campeonato local pero las milicias de Al-Shabaab en Somalia vieron esta afición como un acto de desafío. "Me dijeron: 'A las mujeres no se les permite practicar deportes. Tienes que dejar de jugar y poner tu hijab (prenda tradicional islámica que cubre la cabeza dejando sólo al descubierto la cara)", dijo Maymun, contando su historia en el campo de refugiados de Ali, en Yibuti.
Maimun no era anti-islámica. Llevaba esta prenda tradicional cuando no estaba jugando al fútbol. El problema era que cuando estaba en el campo, su falda larga le impedían moverse con agilidad.
Le dijeron que si seguía practicando deportes iba a ser ejecutada.
El año pasado los milicianos avisaron a su marido Maimun de que debía controlar a su esposa. Pero Abdi Abu Bakar, de 23 años, vio la alegría con que su esposa jugaba al fútbol y les dijo que se metieran en sus asuntos. Y así, como sucede con demasiada frecuencia en Somalia, una noche su casa fue atacada y su marido fue asesinado.
"Cuando mi esposo murió. Yo estaba embarazada de cuatro meses", dijo. Maimun esperó en Mogadiscio hasta que su hija Fahima nació. Vendió su medalla y su gorra, premios de sus éxitos deportivos, y escapó hacia los campos de refugiados de Yibuti.
Tubo que mendigar ayuda temerosa de lo que podría sucederle a ella ya su hija. Pero había más bondad en el camino de lo que esperaba. Camiones llenos de vegetales se dirigían hacia Somalia y Yibuti. Los pilotos tuvieron la amabilidad de llevar a los supervivientes de los conflictos que trataban de huir de Somalia.
Ahora está en el campamento de Ali Addeh, Yibuti, donde asiste a la escuela primaria por la mañana y juega al fútbol con los muchachos por la tarde. Nunca se quiere perder la alegría en su vida.
Para Maimun, el futuro perfecto, no tiene que ver con el conflicto o la seguridad financiera. "No quiero dinero. Yo no necesito dinero", dice ella. "Sólo quiero la oportunidad de seguir jugando al fútbol y sentirme alegre."
Por Greg Beals y Carlomagno Kekou Akan en el Campo de Refugiados de Ali Addeh, Yibuti