Desde hace dos años, Sudán está sufriendo la mayor crisis humanitaria del mundo. El 15 de abril de 2023 comenzó un conflicto que ha dejado cerca de 12,7 millones de personas desplazadas forzosas, de las cuales, 8,6 millones son desplazados internos y 3 millones son refugiados y solicitantes de asilo. La población necesita ayuda, pero, desgraciadamente, los recortes en la financiación de ACNUR están poniendo en peligro la vida de miles de personas refugiadas.
La situación humanitaria en Sudán sigue deteriorándose a medida que el conflicto hace estragos en Jartum, Kordofán, Darfur y partes del estado del Nilo Blanco. Los continuos ataques aéreos, los ataques con drones y los bombardeos de artillería han causado numerosas víctimas civiles y la destrucción generalizada de infraestructuras.
El 24 de marzo, un ataque aéreo alcanzó el mercado de Torra, 40 kilómetros al norte de Al Fasher, en Darfur, y, según informes, causó decenas de víctimas mortales y personas heridas entre la población civil. También hay informes preocupantes de que algunos de los heridos están muriendo debido a la falta de acceso a atención médica oportuna en Al Fasher, donde el asedio y las hostilidades en curso han obligado a cerrar la mayoría de los centros de salud, dejando a la población civil con poco o ningún acceso a tratamientos vitales.
Por otro lado, el deterioro de la situación en Sudán del Sur plantea la posibilidad de que personas refugiadas y solicitantes de asilo crucen de nuevo a Sudán. ACNUR observó movimientos diarios de entre 300 y 500 personas de regreso a Etiopía a través de Nasir. Al mismo tiempo, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) informó de que 400.000 personas han regresado a sus lugares de origen en el estado de Gezira, pero se enfrentan a varios problemas, como falta de alimentos, centros de salud que no funcionan, escasez de medicinas y detenciones arbitrarias.
Ante el contexto de una crisis humanitaria mundial, la escasez de fondos ha obligado a ACNUR a suspender el tratamiento médico esencial y otros servicios para la población refugiada en Egipto, afectando especialmente a los refugiados sudaneses que huyeron de la guerra. Hay que tener en cuenta que Egipto ha acogido a más de 1,5 millones de sudaneses que escapaban de la que es la peor crisis humanitaria del mundo, entre ellos unos 670.000 han sido registrados por ACNUR.
Precisamente fue la atención médica uno de los principales motivos para que muchas de estas personas abandonaran su país, ya que el sistema de salud sudanés se ha derrumbado por la guerra. Tal y como explica Jakob Arhem, oficial de Salud Pública de ACNUR en El Cairo: “El sistema de salud sudanés fue una de las primeras cosas que se derrumbó tras el inicio de los combates, y muchas de las familias que huyeron lo hicieron con miembros enfermos que ya no podían encontrar tratamiento en Sudán”.
La población refugiada sudanesa en Egipto puede acceder al sistema de salud del país, pero no puede asumir los costes, por eso, el apoyo de ACNUR es crucial. Arhem explica que los programas de ACNUR ponen determinados servicios médicos a disposición de los refugiados, que de otra manera no podrían permitirse. “Las consecuencias para quienes dejarán de recibir nuestro apoyo son difíciles de medir, muchos de ellos no podrán encontrar los medios para pagar por sí mismos la atención médica y se enfermarán más, se debilitarán y muchos morirán”, explica.
Entre las suspensiones se incluyen tratamientos para enfermedades graves como cáncer, cirugías cardíacas y medicación para enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión, lo que amenaza la vida de muchos refugiados. Lo que sí se mantiene son los procedimientos de emergencia para salvar vidas. Estos recortes han afectado a unos 20.000 pacientes.
Esta drástica reducción en la financiación ha obligado a ACNUR a tomar decisiones complicadas sobre qué programas vitales suspender o mantener. Tal y como explica Marti Romero, Representante Adjunto de ACNUR en Egipto: “Egipto está sometido a una enorme presión y los servicios esenciales están al límite. Sin una acción internacional inmediata, tanto los refugiados como las comunidades que los acogen se enfrentarán a dificultades aún mayores. Necesitamos un apoyo urgente y sostenido para evitar que esta crisis empeore”.
“He luchado mucho para sobrevivir, pero ahora no sé si lo lograré. Si no puedo pagar los medicamentos, ¿qué será de mí? ¿Qué le pasará a mi esposa si me ocurre algo?”
Abdelazim Mohamed, refugiado sudanés en Egipto.
Estos recortes están afectando a miles de personas como Abdelazim Mohamed, de 54 años con una enfermedad cardiaca grave que huyó de Jartum, la capital de Sudán junto a su esposa durante los primeros meses de la guerra. Tuvo que salir porque era imposible encontrar tratamiento para su enfermedad.
“Cuando la vida se hizo insoportable en mi país, sobre todo porque no había centros de salud en funcionamiento y encontrar medicinas era muy difícil, sentí que quedarme en Sudán con mi enfermedad sería un suicidio”, cuenta.
Cuando llegaron a El Cairo, se registraron con ACNUR, fue remitido a socio médico de la organización y tras diagnosticarle le realizaron dos intervenciones. “Me estaba muriendo lentamente, y lo sabía, pero después de las intervenciones, por fin podía verme viviendo saludablemente todo el tiempo que debía”. Ahora ACNUR no puede proporcionales los medicamentos que necesita su enfermedad y le da miedo que se le esté acabando el tiempo.
Millones de personas desplazadas y refugiadas como Abdelazim están en riesgo de perder una ayuda vital para su supervivencia. Por eso, es clave seguir apoyando a ACNUR, tanto donantes particulares, como empresas y gobiernos para que sigan realizando su labor humanitaria.
“Cerrar actividades que sabes que salvan vidas es muy duro, y todo lo contrario de lo que quiere hacer cualquiera que haya elegido trabajar como humanitario”.
Jakob Arhem, oficial de Salud Pública de ACNUR en El Cairo.
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