El 74 %
de la población mundial refugiada solo satisface la mitad de sus necesidades básicas.
1,1 millón
de refugiados y desplazados en Líbano, Irak y Jordania han sido empujados a la pobreza por la pandemia.
89 %
de las familias sirias en Líbano viven hoy en la extrema pobreza, en comparación con el 55 % del año anterior.
“COVID-19 nos ha demostrado que la exclusión mata”.
Raouf Mazou, Alto Comisionado Auxiliar para las Operaciones del ACNUR.
Un año desde la declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud el 11 marzo de 2020, la COVID-19 sigue condicionando nuestra vida. Todos hemos sufrido las consecuencias de esta crisis en mayor o menor medida. Sin embargo, el impacto que ha tenido en la población refugiada ha sido especialmente devastador. Sus efectos socioeconómicos podrían durar años, especialmente en los países menos desarrollados del mundo, en los que vive la mayoría de los desplazados forzados.
Durante este año, ACNUR ha afrontado la mayor emergencia en sus 70 años de historia y ha desempeñado un papel central en la lucha contra la pandemia entre refugiados y comunidades desplazadas en 130 países.
49.204
casos de COVID-19 reportados entre refugiados y personas desplazadas en 105 países.
94 de 130
países donde ACNUR está presente se han comprometido incluir a los refugiados en los planes nacionales de vacunación.
144 estados
han cerrado sus fronteras o restringido el acceso a su territorio de refugiados y solicitantes de asilo.
Si algo hemos aprendido de la emergencia sanitaria por COVID-19 es que la respuesta a esta crisis global debe incluir a todas las personas. Solo así lograremos vencer al virus.
ACNUR necesita fondos para ayudar a la población refugiada a superar la difícil situación en la que les ha dejado la pandemia. Además, trabaja para garantizar que los desplazados forzados tengan acceso a los servicios sanitarios y de protección y a los planes nacionales de salud y de vacunación.
También continúa protegiendo a los refugiados del virus a través de la atención médica, el acceso a agua potable y saneamiento y las actividades de promoción de la higiene.
En todo el mundo, los refugiados han dado un paso al frente para ayudar a combatir el COVID-19: han participado en campañas de información, brindado atención médica, fabricado jabón y mascarillas e impulsado la salud mental y el bienestar de sus comunidades. Eso ha hecho que las personas obligadas a huir no solo sean menos vulnerables al virus, sino que también han evitado que se propague.
Salir de esta pandemia sin dejar a nadie atrás conlleva un desafío sin precedentes. A pesar del sufrimiento y la incertidumbre, también hay esperanza. Las vacunas han comenzado a suministrarse en muchos países y los sistemas sanitarios se han fortalecido.
“Debemos asegurarnos de que todo el mundo, en todas partes, pueda vacunarse lo antes posible”.
Antonio Guterres, secretario general de la ONU.
Gracias a la generosidad de sus donantes, ACNUR ha podido descongestionar campamentos y fortalecer las medidas de distanciamiento físico, construir infraestructuras, proporcionar material sanitario, medicinas, agua y saneamiento, apoyar a los sistemas de salud de los países de acogida, proporcionar acceso a la educación de la niñez desplazada, entregar ayudas económicas y proporcionar servicios de protección a mujeres y niñas frente a la violencia de género.
El apoyo de la sociedad y de la comunidad internacional es hoy más necesario que nunca. Los equipos de ACNUR en todo el mundo siguen trabajando para proteger la salud de los refugiados, proporcionarles agua, saneamiento e higiene, educación, acceso a vacunas, ayudas económicas y protección.
Ayuda a los refugiados