La vida ya era dura en los campos de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh, pero con la llegada de la emergencia sanitaria de la COVID-19, el incendio devastador que arrasó miles de refugios el pasado mes de marzo y las inundaciones por las lluvias monzónicas durante el verano, las necesidades humanitarias se han disparado. El último año ha sido uno de los más complicados para los cientos de miles de personas que viven en Cox’s Bazar.
A pesar de las enormes dificultades, la población rohingya refugiada continúa dando muestras de una enorme resiliencia. ACNUR está en terreno ofreciendo ayuda y soluciones a las personas desplazadas a la fuerza. Por ahora, la ayuda humanitaria sigue siendo el único salvavidas para muchos de ellos.
La pandemia de COVID-19 ha tenido un enorme impacto en la vida de las casi 900.000 personas refugiadas rohingyas que viven en los campamentos de la región, y también en la comunidad de acogida. Y no solo en el plano sanitario, sino también en el económico. Muchas personas perdieron sus medios de vida debido a las restricciones para contener el coronavirus. Según el Programa Mundial de Alimentos, a finales de 2020, el 86 % de los refugiados rohingya era altamente vulnerable a la pobreza y al hambre, en comparación con el 70 % del año anterior.
ACNUR ha incrementado su apoyo a la población rohingya en Bangladesh y a las comunidades locales para contrarrestar el impacto negativo que ha tenido la COVID-19 en sus vidas. Por eso, está proporcionando formación en agricultura, semillas, ganado y ayudas económicas. Más de 40.000 personas se han beneficiado de estas ayudas. El objetivo es aumentar la autonomía y la independencia de las personas que viven allí.
El campamento de Kutupalong, el más grande de Cox’s Bazar, es uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Allí, ACNUR ha puesto en marcha huertos verticales fabricados con andamios de bambú para convertir las azoteas de los refugios en huertos.
Kefayetullah y su esposa Fatima (en la foto) viven en el campamento de Kutupalong con sus dos hijos. Han recibido ayuda para crear un huerto vertical junto a su refugio. Kefayetullah tiene una discapacidad que le impide usar su brazo izquierdo, pero puede ayudar a su mujer a cultivar las verduras. "Con el dinero que ganamos con la venta de las verduras sobrantes, puedo comprar pescado y otros comestibles", dice. "A veces compro ropa para la familia", añade.
Cuando se den las condiciones de seguridad y dignidad necesarias, Kefayetullah sueña con volver algún día a Myanmar. Hasta que ese momento llegue, el huerto le permite poner comida sobre la mesa y seguir aprendiendo sobre agricultura.
“Ofrecer mayores oportunidades para que las personas refugiadas rohingyas desarrollen habilidades y sean productivas contribuirá a la paz y a la estabilidad en los campamentos, y ayudará a prepararlas mejor para el retorno”.
Ita Schuette, Jefa de la Oficina de ACNUR en Cox’s Bazar.
En la región hay más de 7.000 personas refugiadas voluntarias que están capacitadas por ACNUR y sus socios para responder a emergencias, como incendios e inundaciones. Son la columna vertebral de la prestación de servicios humanitarios en los campamentos. Su labor ha sido especialmente importante durante los últimos 18 meses de pandemia, cuando se ha reducido la presencia de trabajadores humanitarios por las restricciones de movimiento.
Durante estos meses de crisis sanitaria, han realizado campañas de información y concienciación entre la población refugiada sobre cómo prevenir el contagio, reconocer los síntomas o dónde acudir para someterse a pruebas y tratamiento.
Recientemente han preparado el terreno para el despliegue de las vacunas de COVID-19 tras la decisión del Gobierno de Bangladesh de comenzar a inmunizar a las personas refugiadas rohingya más mayores.
El pasado mes de marzo, un incendio devastador en los campos de refugiados de Cox’s Bazar dejó sin refugio a más de 45.000 refugiados rohingya y causó la muerte a 15 personas refugiadas.
Entonces, cientos de personas refugiadas voluntarias apoyaron a las familias afectadas, y fueron las primeras en sumarse a las labores de extinción del fuego. Además, han ayudado a la población afectada a encontrar refugios seguros, a acceder a servicios médicos, y han llevado a cabo trabajos de limpieza y desescombro.
Después, comenzó una temporada de monzones particularmente húmeda. Bangladesh es uno de los países que más está sufriendo las consecuencias del cambio climático. Las tormentas tropicales durante la temporada de monzones son cada vez más frecuentes e intensas. Este año, han causado graves inundaciones y deslizamientos de tierra en los campos de refugiados de la región. En una sola semana llegaron a caer más de 700 l/m2 de lluvia. 518 aldeas se vieron gravemente afectadas. Alrededor de 25.000 personas refugiadas se vieron obligadas a abandonar sus refugios y pertenencias.
Los refugiados voluntarios han ayudado a niños, mayores y mujeres embarazadas a ponerse a salvo, y han trabajado a contrarreloj para organizar y coordinar los trabajos de limpieza y reparación de refugios (como en la foto) e infraestructuras. Conocen la situación de las personas más vulnerables de los campamentos. En caso de emergencia, saben la ayuda que pueden necesitar. Además, vigilan las zonas más propensas a inundaciones cuando las lluvias monzónicas son intensas.
Según el informe de ACNUR “A la deriva: viajes peligrosos de refugiados por el Golfo de Bengala y el Mar de Burma”, en 2020 se registró la mayor tasa de muertes entre los refugiados que intentan cruzar el Golfo de Bengala y el Mar de Andamán. Esta ruta es la preferida por los refugiados rohingya que intentan llegar a otros países del sudeste asiático desde el estado de Rakhine, en Myanmar, y los campos de refugiados de Cox's Bazar, en Bangladesh.
De las 2.413 personas que se sabe que intentaron cruzar el mar en 2020, 218 murieron o desaparecieron, lo que convierte a esta ruta en ocho veces más mortal que en 2019. A diferencia de años anteriores, en los que la mayoría de los que viajaban eran hombres, alrededor de dos tercios de los pasajeros del año pasado eran mujeres y niños. Además, la pandemia de la COVID-19 ha hecho que muchos países de la región endurezcan sus fronteras, dejando a muchos refugiados varados en el mar durante meses.
ACNUR lidera la respuesta de ayuda para dar protección, refugio y atender las necesidades más básicas de la población rohingya, pero no puede hacerlo solo. Se necesita ayuda urgente para hacer frente a esta emergencia que afecta a cientos de miles de personas. La emergencia rohingya en Bangladesh tan solo cuenta con la mitad de los fondos necesarios para 2021.
“Ya es hora de poner fin a este devastador ciclo de violencia, desplazamiento y apatridia que se repite una y otra vez”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las ONU para los Refugiados.
Ayuda a los refugiados