El mandato de protección de ACNUR exige no sólo ayudar a estas mujeres y niñas que han sufrido esta práctica sino también evitar que ocurra en el futuro para asegurar el derecho de las niñas y de las mujeres a la salud, la seguridad y la integridad física, y sobre todo, su derecho a la vida, porque la mutilación genital femenina puede ser letal.
Además, uno de los países más afectados por esta práctica es Somalia y los somalíes constituyen el tercer mayor grupo de refugiados en el mundo (tras afganos e iraquíes). ACNUR calcula que el 97% de las niñas menores de 8 años en el campo de refugiados de Dadaab, Kenia, han sufrido mutilación genital femenina. Por ello, es también una prioridad.
Francesca Bonelli, responsable de servicios comunitarios de ACNUR en el campo de refugiados de Dadaab asegura: “La mutilación genital femenina es un práctica muy enraizada así que es un gran reto que tratamos de trabajar con la comunidad para respetar la cultura e informar de los efectos negativos de la ablación sobre todo sobre la salud pero también porque es una violación de los derechos de la mujer. Pero hay que ir muy despacio porque es algo muy sensible, en la religión somalí es considerado como una práctica religiosa así que tenemos que trabajar con los líderes del campo para convencerles de que no es una tradición musulmana sino un hábito que no es beneficioso ni para la mujer ni para toda la familia”, añade Bonelli.
En Chad, en el campo de Djabal, ACNUR identifica a las mujeres embarazadas que han sufrido mutilación genital femenina para evitar complicaciones durante el parto. “Cerca del 10% de nuestras pacientes lo han sufrido y esto nos ayuda a identificar embarazos de riesgo”, asegura Nassourou Drassadou, directora de salud del campo de Djabal.
Por su parte, las familias están también cada vez más convencidas de que hay que erradicar esta práctica: “He decidido no casarme otra vez y he tomado la decisión de no circuncidar a mis hijas para que no experimenten los mismos problemas que yo tengo… cuando tomas esta decisión no te puedes echar atrás”, afirma una refugiada somalí en Dadaab.