Hombres, mujeres y niños se hacinan a diario en barcos destartalados en un intento desesperado por llegar a Europa en busca de seguridad y una vida mejor. Cientos de ellos son sirios, familias en muchas ocasiones, que han huido del terrible conflicto que se vive en su país desde hace ya más de 4 años.
Pero tras todas estas cifras hay rostros e historias de personas que hasta hace no tanto tiempo tenían una vida normal como la de cualquiera de nosotros. Como por ejemplo los hermanos Ahmed, Ali y Mwafaq, que tuvieron que dejar sus estudios en Siria, y lo que es más importante: a sus padres. Los tres jóvenes llegaron recientemente a Italia tras pasar días en un barco en alta mar. Ahora lo que más les preocupa es conseguir un teléfono y localizar a sus padres para poder darles la buena noticia de que siguen vivos.
Noor, de nueve años, es una de los muchos niños que han venido a Europa -unas veces solos, otras acompañados de algún familiar- huyendo también del conflicto en Siria. Ella y su familia atravesaron el desierto y el mar para llegar hasta aquí, primero hacinados en un coche y después en un barco repleto de personas desesperadas por encontrar un futuro mejor.
Pasaron 16 horas en medio del mar y allí Noor perdió su objeto más preciado: una mochila en la que llevaba sus collares, diademas y accesorios que tanto le gustan. “Me gustaría recuperar lo que he perdido” dice refiriéndose a sus objetos -y probablemente tal vez también de forma inconsciente a la que fue su vida antes de la guerra-. Por ahora, su sueño es “tener una habitación con una cama bonita. Y pintar las paredes de rosa”.
Foto: ACNUR/F. Malavolta. Noor junto a su madre en el centro de recepción de Lampedusa, a donde llegaron hace unos días tras un peligroso viaje en barco desde Libia, cuyo desierto es hoy un lugar aún más mortífero que el propio Mediterráneo.
En la mente de los gemelos Iyla y Mohammed la muerte estuvo siempre muy presente desde el momento en que decidieron abandonar su Alepo natal, en Siria, para ir a Argelia y desde allí tratar de llegar a Europa. “Sólo te mueres una vez en tu vida, por lo que decidimos arriesgarnos a morir en el intento de llegar aquí”.
Ellos pasaron 15 horas en un barco que se quedó sin motor durante el trayecto. “Pensábamos que nos íbamos a morir en cualquier momento. Cada vez que el bote se sacudía sentíamos que íbamos a volcar. Había niños a bordo. Teníamos mucho miedo”.
En otro de los barcos que ha llegado recientemente a Italia viajaba un grupo de personas de origen subsahariano con graves quemaduras por la explosión de un proyectil de gas en Libia. Los traficantes no les permitieron ir al hospital allí y les subieron a la lancha, donde pasaron dos días a la deriva hasta que fueron rescatados. El doctor Domenico Bartolo las ha estado tratando desde que llegaron a Lampedusa y conoce de primera mano el grado de sufrimiento que están viviendo estas personas, entre ellas varias mujeres e incluso un bebé de 6 meses. Sus quemaduras son tan graves que algunas de ellas no pueden caminar ni hablar. “Al menos 10 de ellos se encuentran en una situación crítica. Es posible que no sobrevivan. Pero esperamos que suceda lo mejor" dice Domenico.
Sirios, eritreos, afganos, somalíes, malienses… Son muchos los países de origen de las personas que se embarcan en estos peligrosos viajes, pero su objetivo -si logran sobrevivir-, es sólo uno: lograr una vida mejor, más segura y digna, en Europa.
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