El desierto de Libia puede haberse convertido en una ruta más mortífera que la del Mediterráneo para refugiados y migrantes.
Al noreste del desierto del Sáhara, una inmensa superficie de arena y piedra se cierne sobre el norte de África. Más de un millón de kilómetros cuadrados de dunas y cerros, sin un solo rastro de ríos, se han convertido en la ruta más peligrosa para migrantes y refugiados del África subsahariana. Pero la orografía no es allí su peor enemigo. El 30% de quienes atraviesan este desierto podrían obtener protección internacional en Europa.
Daniel huyó de Camerún hacia el norte de África en busca de oportunidades económicas. A sus 26 años, este joven conoce bien los peligros de la ruta de Libia. Al igual que otros miles de personas, cayó en manos de despiadados traficantes tras pasar la frontera de Níger.
“Cuando llegamos a Libia, el conductor nos dijo que teníamos que pagar otros 1.500 dinares (1.100 dólares) por persona. No teníamos más dinero. Intentamos explicar la situación, pero no querían escucharla”, cuenta Daniel.
Ante la falta de dinero, fueron detenidos y torturados en Libia, golpeados con armas por sus secuestradores, quienes le sometieron a trabajo forzado. Después de dos meses secuestrado, Daniel fue liberado sin dinero ni ningún sitio al que llamar hogar, pero con una gran una deuda que pagar.
Poco después, Daniel llegó a la ciudad de Agadez, un antiguo centro de comercio de oro y sal en Níger. Este laberinto de paredes ocre al sur del desierto del Sáhara se ha convertido hoy en lo que muchos llaman “el camino del infierno”: un peligroso centro de comercio de armas, drogas y, sobre todo, personas.
Daniel, que ha encontrado consuelo en una pequeña parroquia católica, destina ahora sus esfuerzos en advertir que no crucen a Libia a quienes quieren escucharle: “He conocido a otras personas que quieren ir a Libia. Les conté lo que he pasado. No sé si han ido de todos modos o no. Eso depende de ellos. Pero sé que he hecho mi parte como cristiano, advirtiéndoles sobre lo que sucede ahí fuera”.
En 2016, unas 330.000 personas cruzaron a Libia desde Níger, principalmente a través de Agadez. Con ayuda de la Unión Europea, Níger ha empezado a luchar contra los traficantes de personas que cruzan por el desierto de Libia, pero algunos aseguran que esto no ha hecho más que convertir el negocio del tráfico de personas en algo clandestino y aún más peligroso.
Ahora, los traficantes toman rutas menos conocidas, cobran precios más altos todavía y se autodenominan como proveedores de servicios de migración mientras su negocio está atrayendo a traficantes de drogas y armas.
Aunque el número de muertos es desconocido, se estima que la cifra de muertes en el desierto de Libia y en Níger es mayor a la de los muertos en el Mediterráneo. “Todo el mundo ha visto gente morir frente a ellos en centros de detención... ya sea en manos de milicias, de traficantes o tratantes de personas”, cuenta Vincent Cochelet, director de la oficina de ACNUR en Europa.
Tras la frontera, nuevas amenazas esperan en Libia, un país que se ha convertido en una “máquina que destruye a los seres humanos”, dice Cochelet. Según los testimonios, numerosos grupos de migrantes son abandonados en el desierto de Libia, a veces deliberadamente, y otras cuando el vehículo de contrabando se descompone.
“Independientemente de que sean migrantes económicos o refugiados, estamos diciendo a las personas que es peligroso viajar a Libia. La gente desaparece. La gente muere en el desierto, mucho más que los que están muriendo en el Mediterráneo tratando de cruzar para ir a Europa”
Vincent Cochelet.
Aunque la mayoría son considerados migrantes económicos, ACNUR calcula que cerca del 30% de quienes optan por estas rutas migratorias podrían obtener protección internacional al llegar a Europa. Son decenas de miles de personas que, tras huir de la guerra y el terror, se enfrentan a nuevos peligros en el desierto de Libia.
ACNUR, consciente de la emergencia de Libia, ha intensificado sus operaciones en Níger para identificar y proteger a refugiados en situaciones vulnerables y ayudar al Gobierno a determinar las solicitudes de asilo.
Además, ACNUR trabaja junto a la Organización Internacional para las Migraciones para dar a conocer a los refugiados que hay otras alternativas. El asilo es posible en Níger.
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