El conflicto continuado en Myanmar y las muertes de civiles que intentan alcanzar un lugar seguro son extremadamente preocupantes.
Ya son más de 430.000 los refugiados que han llegado a Bangladesh desde que estalló la violencia en el norte de Myanmar en el mes de agosto. Ante los cientos de llegadas diarias, los campos de refugiados están desbordados. Los recién llegados se encuentran en asentamientos improvisados o a pie de carreteras.
Los rohingya son una minoría étnica musulmana apátrida en Myanmar que lleva décadas enfrentándose a discriminación y pobreza extrema. No se les ha permitido ejercer sus derechos humanos más básicos como la libertad de movimiento, el derecho a educación, trabajar, además de otros derechos sociales, civiles y políticos.
Después de caminar durante días desde sus aldeas, escondidos en las selvas y cruzando montañas y ríos con poco más que lo puesto y lo que han podido llevarse de sus casas, llegan a la frontera de Bangladesh en malas condiciones, hambrientos, débiles, enfermos. Muchos se han desplomado al bajar del barco que les ha llevado hasta la playa.
“Esto es lo más desesperado y devastador que he visto en mis 15 años trabajando con los refugiados. Me recuerda a las fotos que veía de los barcos vietnamitas en los años 80, pero 30 años después. ¿Cómo puede estar volviendo a pasar?”.
Vivian Tan in Shamlapur village, responsable de prensa de ACNUR en la región.
Con cientos de llegadas cada día, muchos han sido acogidos por familias refugiadas en el país, escuelas, centros comunitarios u otros tipos de estructuras cubiertas donde poder pasar la noche. Pero el continuo flujo de huidas está acabando con todo el espacio disponible.
Además de pedir que se aborden las causas que han dado origen a este brote de violencia con máxima urgencia para evitar que el número de huidas siga en aumento y que quienes han tenido que escapar del país puedan volver a sus hogares, se necesita ayuda humanitaria de forma urgente.
ACNUR ha enviado dos aviones con 91 toneladas de materiales de emergencia con los que se podrá atender a 120.000 personas: ropa, lonas de plástico para cobijar a las familias y colchonetas para dormir, entre otros... Además, trabaja en la identificación de personas vulnerables, como niños no acompañados que necesitan una protección especial.
Pero los campos en el país están desbordados y hace falta más ayuda urgente para los refugiados que siguen llegando.
Una lona de plástico cuesta 15 € y es hoy más necesaria que nunca.